Jackie Collins y la lujuria como combustible narrativo

Desde luego la escritora londinense Jackie Collins nunca estuvo en las quinielas para el Nobel de Literatura, pero el público respaldó espectacularmente sus 32 novelas de alto voltaje sexual, retrato de ricas mujeres de Hollywood y sus mil líos con sus amantes. Todo está inventado. Mucho antes de que Grey nos llenase de sombras ya existieron las picantes luces de Beverly Hills de Collins. Vendió 500 millones de libros. Obras como «El semental» (1969), su segunda entrega, escandalizaron a la mismísima reina rosa, Barbara Cartland, quien tildó la historia de «sucia y molesta» y declaró que la perturbadora lectura la había desvelado.

Collins, nacida en el noroeste de Londres el 4 de octubre de 1937, hija de un agente de variedades, era la hermana menor de la actriz Joan Collins, de 82 años.

Ha fallecido por un cáncer de pecho en Los Ángeles, donde se había afincado a comienzos de los años setenta. Tenía 77 años y hacía seis medio que se le había diagnosticado la enfermedad, pero decidió guardarla en secreto. «Desde entonces he escrito cinco libros, he dado la vuelta al mundo, he seguido con las giras promocionales y nadie lo ha sabido», desveló el pasado 14 de septiembre en la revista «People». «Lo he hecho como Frank Sinatra, a mi manera». Solo informó a sus tres hijas. Su hermana, que ayer se declaraba «completamente devastada», lo supo hace solo 15 días, en la última gira promocional en Londres de la escritora, activa hasta el final.

Jackie emigró a Hollywood a rebufo de su hermana para ser actriz. Aunque era bien parecida, fracasó. Se casó a los 23 años con un tipo inestable y enganchado a la metadona, con el que tuvo a su primera hija. Cinco años después se divorciaron, él se suicidó y Jackie publicó su primera novela. Se titulaba «El mundo está lleno de hombres casados» y ya anticipa una fórmula que en realidad venía practicando desde el colegio (fue expulsada de un centro para chicas de Londres por repartir sus relatos eróticos entre sus compañeras). Collins siempre defendió la lujuria como combustible narrativo: «El sexo es la fuerza motora del mundo. Así que no veo nada raro en escribir sobre él y tratar de hacerlo erótico».

En un rapto de entusiasmo, «Vanity Fair» llegó a definir en una ocasión a Jackie Collins como «la Marcel Proust de Hollywood». Sus detractores más sarcásticos señalan en cambio que sus novelas inauguraron el género «Shopping & Sex», porque sus protagonistas o están de compras o haciendo el amor. Algunos cálculos concluyen que en la narrativa de Collins hay un lance tórrido cada veinte páginas. Frente a sus críticos, ella destacaba que a través de sus historias había acercado a la gente común a la vida real de las estrellas de Beverly Hills, que ella conocía de primera mano en fiestas, estrenos, limusinas. «Escribo de gente real disfrazada». Aseguraba que a veces figuras del cine y la música se le acercaban con cotilleos para que los incluyese en sus novelas.

En su vida personal fue la antítesis de sus personajes. Estuvo 27 años casada con su segundo marido, Oscar Lerman, un magnate de los clubes nocturnos. Tuvieron dos hijas y estuvieron juntos hasta que a él se lo llevó un cáncer.

Collins recibió en el 2013 la distinción de dama de la Orden del Imperio Británico. Como ocurre siempre en la vida, el secreto de su éxito se llama trabajo. Tras su apariencia frívola se ocultaba una estajanovista. Su fórmula consistía en escribir –siempre a mano- al menos diez páginas al día, siete horas cada jornada y los siete días de la semana. Pero eso sí, a su manera: «Me gusta escribir en mi piscina, escuchando a Lionel Richie y rodeada de cactus». Solo buscó una cosa: entretener, sin mayores pretensiones. Con sus criaturas saltando de cama en cama lo consiguió.