Alberto II de Mónaco, Diana de Orleans, duquesa de Cadaval, y su marido, Carlos Felipe de Orleans
Alberto II de Mónaco, Diana de Orleans, duquesa de Cadaval, y su marido, Carlos Felipe de Orleans - gtres

La realeza europea se reúne en Estoril para galardonar a Alberto de Mónaco

Carlos Felipe de Orleans congrega a príncipes y princesas de toda Europa en el legendario Casino

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Por unas horas Estoril volvió a ser el patio de juegos de la realeza europea. El «Bal de la Riviera», un gran baile benéfico que organiza todos los años el príncipe Carlos Felipe de Orleans y su mujer, la aristócrata portuguesa Diana de Orleans, duquesa de Cadaval, atrajo este fin de semana a lo más granado de la nobleza internacional hasta este rincón de la costa lusa. Alberto II de Mónaco fue el invitado de honor de la gala. El Monarca monegasco subió al escenario del mítico Casino para recibir de manos de la artista Joana Vasconcelos un premio que reconoce la labor de su fundación para la preservación del planeta.

Entre los cuatrocientos invitados se encontraban representantes de casi todas las antiguas casas reinantes del continente: María Gabriela de Saboya, hija de Humberto II; Michel de Yugoslavia, hijo del Príncipe Alejandro; Jorge de Rusia, hijo de la Gran Duquesa María Vladimirovna Romanova; Mafalda de Braganza e Ira de Fürstenberg, entre otros.

Aunque también había celebrities sin título como el diseñador industrial Philippe Starck o el magnate chino Stephen Hung. Muchos de ellos pujaron en la subasta de Christie’s, en la que se recaudaron 250.000 euros que serán destinados a la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco, una institución sin fines de lucro que lleva a cabo iniciativas para sensibilizar a la opinión pública y que busca soluciones innovadoras para salvar los océanos.

Carlos Felipe de Orleans, hijo de la relaciones públicas Beatriz de Orleans, ha logrado inyectar nuevos bríos a Estoril, un pueblo idílico que durante décadas fue «jaula de oro» de los Condes de Barcelona, los Saboya, los Orleans, los Rumanía, los Bulgaria, los Hungría y otras Familias Reales destronadas. Con el «Bal de la Riviera», la fraguesía portuguesa ha recobrado el brillo de aquellos años de exilio dorado.

Los fastos comenzaron el sábado con un torneo de golf en el Club Oitavos, al que siguió un almuerzo al aire libre en los jardines del legendario Hotel Palácio, el mismo que después de la Segunda Guerra Mundial se transformó en la prolongación de «Villa Giralda» y, de alguna forma, en el salón de muchos royals exiliados. Gracias al baile de los Orleans, los pasillos de este hotel volvieron a poblarse de hombres vestidos de esmoquin al mejor estilo James Bond, personaje que el novelista británico Ian Fleming creó precisamente en una de sus visitas al Palácio.

El domingo, Alberto de Mónaco ofreció una conferencia en el Museo del Mar de Cascais, donde presentó los proyectos de su fundación para la preservación de los océanos. Al mediodía, la princesa Diane Barros de Polignac abrió las puertas de su residencia en el centro de Estoril, Forte da Cruz, donde brindó un almuerzo con vistas a la Playa de Tamariz. La hija de la anfitriona, Diane, es madrina de Jacques de Mónaco, uno de los hijos de Alberto y Charlène, por lo que el evento adquirió tintes de asamblea familiar. «Jacques es un niño muy mono. Alberto me ha estado enseñando fotos porque llevo tiempo sin verle», confesó la orgullosa madrina.

La delegación española fue pequeña pero bien nutrida. Asistieron Álvaro de Marichalar, que vive desde hace cinco años en Moscú; Carla Goyanes y su marido, el financiero Jorge Benguría, que han vuelto a instalarse en Madrid tras varios años en Miami; Olivia de Borbón y su marido, el empresario Julián Porras, que no se separaron en toda la noche; y el relaciones públicas Carlos Martorell, que desveló que esta semana tiene que regresar a Ibiza «para cerrar la temporada». ¿Todavía hay gente de vacaciones?, le preguntó este incrédulo periodista. «No te imaginas...».