Siglo y medio de las barcas de El Retiro: plató de cine y carreras de fuera borda

El servicio de paseo en barca se inauguró en tiempos de Isabel II y siguen teniendo gran éxito de público

Montaje fotográfico de 1920 que refleja cómo quedaría el estanque con el monumento a Alfonso XII, antes de su construcción CARLOS SARTHOU CARRERES
Sara Medialdea

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Con gran éxito de público y colgando el letrero de «no hay billetes»; así se estrenó el servicio de paseo en barca en el parque de El Retiro el 16 de agosto de 1867. Hace ahora 150 años. Pese a que la prensa del momento recogía algunas quejas por su alto precio -así lo señalaba el Diario Oficial de Avisos de Madrid dos días después del estreno oficial-, la iniciativa, propiciada por la reina Isabel II, tuvo un gran éxito.

Todo comenzó con unas decenas de barcas de diferentes tamaños, llegadas desde Bilbao y construidas en los astilleros de Olaveaga y Ripa. «Un gentío inmenso acudió a disfrutar de esta nueva diversión, siendo tantos los aficionados a embarcarse que al poco tiempo de abierto el despacho no se encontraron billetes», relataba un cronista de la época.

Fila de usuarios esperando para montar en las barcas de El Retiro, en 1926 ARCHIVO ABC

No era para menos; en cierto modo supuso la ocupación pública de un espacio que desde tiempos de Carlos III fijaba el límite al acceso público al recinto, el del estanque. Éste fue el segundo construido en el parque, en 1638. Nació por la necesidad de disponer de una reserva de agua para el palacio y las fuentes y terminó teniendo una función eminentemente lúdica. Allí se dieron naumaquias, simulaciones de combates navales en las que se empleaban barcos militares a escala y fuegos de artificio.

Pero volviendo al momento en que Isabel II permitió el uso público de las aguas del estanque, aquello se llenó de barcas conducidas por remeros profesionales. En 1868, la revolución destrona a la reina y el parque de El Retiro pasa a manos municipales y se convierte en parque público.

Embarcadero

Ya en el siglo XX, en el lugar en que estaba el embarcadero real se construyó el monumento a Alfonso XII, y aquel pasó a la zona norte en el año 1917. Un incendio lo destruyó en 1920 . Lo sustituyó otro seis años después, obra de Luis Bellido y González. Las barcas han sido testigo de muchas historias. De amor, claro, pero también de sana competencia deportiva: ha habido campeonatos de piragüismo y remo, travesías a nado y hasta unas regatas fuera borda en 1968.

El estanque, vacío para el rodaje de una película TEODORO NARANJO DOMÍNGUEZ

Algunas veces, su actividad se ha detenido. La sequía de 1935 fue una ocasión, por ejemplo. Y otra tuvo lugar en 1963, cuando el estanque se vació para convertirse en plató de cine donde rodar «El fabuloso mundo del circo» , que produjo Samuel Bronston y en la que actuaron John Wayne, Rita Hayworth y Claudia Cardinale .

Cuando el rodaje terminó, el estanque volvió a llenarse, y de paso se estrenaron 110 barcas de polyester. Ha sido lugar favorito para quienes visitaban la ciudad, para los soldaditos en día de permiso, y también se ha utilizado como escenario de reivindicaciones . Sus precios han ido variando, con el paso de los tiempos, y lo que en los 80 no pasaba de los 150 pesetas la hora, ronda ahora los 6-8 euros por 45 minutos.

Accidentes no suelen producirse. Si alguien cae al agua, la profundidad no es mucha, y el rescate es rápido; otra cosa es la sensación que produzca verse rodeado de esas carpas que tan amenazadoramente abren la boca cuando se les arroja un poco de pan. Sigue siendo un lugar con mucho éxito; no hay más que ver las largas colas que se forman, especialmente los fines de semana, ante las taquillas. Eso sí, cuidado con las insolaciones: el sol cae sin piedad en el estanque.

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