CURIOSIDADES DE MADRID

El sanatorio «fantasma» que inspiró a Cela y Machado

Ubicado en la Sierra de Guadarrama, fue un referente antes de convertirse en objeto de leyendas y supersticiones

Madrid Actualizado: Guardar
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El Real Sanatorio de Guadarrama, ubicado en la sierra homónima, gozó de una gran reputación apenas fue inaugurado. Su trato a los enfermos de tuberculosis, así como su enclave, lo convirtieron en un referente europeo. Este hospital fue uno de los que se levantaron en la zona durante el siglo XX, propiciados por las condiciones del clima, y como ellos contó con un componente superticioso. Todos fueron considerados como puertas al más allá, pero la particularidad del Real Sanatorio, en cualquier caso, no tuvo nada que ver con su factor fantástico. Insignes escritores como Camilo José Cela o Antonio Machado encontraron en él una fuente de inspiración.

El sanatorio abrió sus puertas en 1917, envuelto en una gran expectación.

Al acto acudieron los Reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, y la plana mayor de la alta sociedad española. El recinto estaba llamado a convertirse en uno de los mejores centros para tuberculosos de Europa. Sus modernas instalaciones ayudaron a conseguirlo hasta los años 50, momento en el que fue abandonado porque los avances sanitarios en ese tipo de dolencias relativizaron hasta el extremo su existencia. En sus cuatro décadas de vida útil, no obstante, acogió a numerosos enfermos, ilustres y anónimos. Cela fue uno de ellos, pero también Rafael Alberti.

La repercusión en el nobel de Literatura fue más acusada que en el caso del autor gaditano. Camilo José Cela ingresó en el Real Sanatorio en 1931, y allí dedicó su tiempo de recuperación a devorar libros. Tal fue la influencia del centro en el escritor que su segunda obra, Pabellón de reposo, estuvo inspirada en él. Sea como fuere, quien mejor inmortalizó el sentir de aquel extraño lugar, prisión en vida con sensación de libertad, fue Machado.

Versos de Machado

Estos fueron sus versos contradictorios sobre el sanatorio de Guadarrama:

«Sanatorio del alto Guadarrama, más allá de la roca cenicienta donde el chivo barbudo se encarama, mansión de noche larga y fiebre lenta, ¿guardas mullida cama, bajo seguro techo, donde reposa el huésped dolorido del labio exangüe y el angosto pecho, amplio balcón al campo florecido? ¡Hospital de la sierra!...

El tren, ligero, rodea el monte y el pinar; emboca por un desfiladero, ya pasa al borde de tajada roca, ya enarca, enhila o su convoy ajusta al serpear de su carril de acero. Por donde el tren avanza, sierra augusta, yo te sé peña a peña y rama a rama; conozco el agrio olor de tu romero, vi la amarilla flor de tu retama; los cantuesos morados, los jarales blancos de primavera; muchos soles incendiar tus desnudos berrocales, reverberar en tus macizas moles.

Mas hoy, mientras camina el tren, en el saber de tus pastores pienso no más, y—perdonad, doctores— rememoro la vieja medicina. ¿Ya no se cuecen flores de verbasco? ¿No hay milagros de hierba montesina?

¿No brota el agua santa del peñasco? Hospital de la sierra, en tus mañanas de auroras sin campanas, cuando la niebla va por los barrancos o, desgarrada en el azul, enreda sus guedejones blancos en los picos de la áspera roqueda; cuando el doctor-sienes de plata—advierte los gráficos del muro y examina los diminutos pasos de la muerte, del áureo microscopio en la platina, oirán en tus alcobas ordenadas, orejas bien sutiles, hundidas en las tibias almohadas, el trajinar de estos ferrocarriles.

Lejos, Madrid se otea, Y la locomotora resuella, silba, humea, y su riel metálico devora, ya sobre el ancho campo que verdea.

Mariposa montés, negra y dorada, al azul de la abierta ventanilla ha asomado un momento, y remozada, una encina, de flor verdiamarilla... Y pasan chopo y chopo en larga hilera, los almendros del huerto junto al río... Lejos quedó la amarga primavera de la alta casa en Guadarrama frío».

Escenario de terror

El componente literario es lo que aporta vida y singularidad al hospital, pero también su paralelismo con lo esotérico y oculto. Como en el resto de sanatorios abandonados, los sucesos paranormales eran habituales en su interior, con gritos, presencias y sombras inexplicables. Las almas que un día perecieron, quedaron atrapadas en el recinto para siempre.

Hasta los 90, cuando fue derruido, se convirtió en escenario de rituales satánicos y, dada su reputación fantasmal, en un plató de cine ocasional. Se dice que en el Real Sanatorio de Guadarrama se rodó en 1970 la película la Noche de Walpurgis.

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