poster Vídeo
Cuatro GEO se dirigen al local, parapetado de agentes, al fondo a la izquierda - ABC
Alcobendas

Un policía se pega un tiro en la cabeza tras ocho horas atrincherado en un restaurante

El inspector fallecido culpaba a su mujer de serle infiel y anunció el suicidio por Facebook

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Fueron ocho horas de infarto las que se vivieron ayer en un restaurante chino situado en Alcobendas. Óscar, un inspector de la Policía Nacional destinado en la División de Personal de la Dirección General, de 46 años, se atrincheró pasadas las dos y media de la tarde y amenazó con quitarse la vida de un disparo con su arma reglamentaria. Dejó salir a todos los clientes y empleados, pero los incansables intentos de dos negociadores del CNP y de un psicólogo no fructificaron. Se encontraba poco receptivo y muy alterado. A las 22.40 horas los peores presagios se cumplieron y se pegó un tiro en la cabeza. Murió a las 23.23.

El suicida estaba desesperado por los problemas que tenía con su mujer, a la que acusaba de serle infiel.

Lo tenía todo planeado; de hecho, se había despedido de su familia con un angustioso mensaje en Facebook en el que decía: «Ya no puedo seguir luchando, estoy agotado... Ni siquiera por mis dos hijos». Además, poco antes de amotinarse, llamó a un amigo y compañero del Cuerpo anunciando sus intenciones. Y se pusieron en alerta.

Todo ocurrió en el establecimiento Yin He, situado en el número 123 de la calle del Marqués de Valdavia, donde llegó poco antes de las 14.45 horas. Solo y aparentemente tranquilo, según los testigos, puso su pistola encima de la mesa y dijo: «Me voy a matar». Los comensales y trabajadores que se dieron cuenta se fueron corriendo, asustados, y al resto los dejó marchar, según las primeras investigaciones. Entonces llamaron al 091.

Tres disparos de advertencia

Óscar se quedó solo dentro del local. Hasta ahí acudió su amigo acompañado de otros agentes; sin embargo, tuvieron que marcharse. Tres disparos intimidatorios al aire atronaron en el local. Fue la forma que escogió el inspector para advertir de que no quería que se acercara nadie. Estuvo bebiendo alcohol. Pero, según otros fuentes, ya iba algo borracho cuando llegó.

Los negociadores no conseguían hacerse con él. Se negaba a hablar, a deponer su actitud y cada vez estaba más furioso, fruto del estado de excitación en el que se encontraba, tal vez agravado por su embriaguez. Hasta el lugar se desplazó también su mujer. Precisamente es a ella a la que acusaba de su decisión, «por haberle sido infiel»; por ello, su presencia le alteró aún más.

En el exterior, miembros del Grupo Especial de Operaciones (GEO), una UVI-móvil y médicos del Summa con un hospital de campaña aguardaban, expectantes, junto a funcionarios de las policías nacional y local, que permanecían en jaque. La tensión se palpaba en el ambiente. Todos se esforzaron para que el suceso acabara bien, pero Óscar apretó el gatillo.

Sus conocidos se mostraron atónitos. «Es una bellísima persona», decían antes del trágico final. Su carta de despedida arrancaba: «Un día creí conocer a la mujer del siglo XIX: la familiar, antiinfidelidad». Añadía: «Hasta aquí he llegado... No puedo seguir luchando... Estoy agotado... He creído cuando me ha dicho que la creyera. Me prometió mirándome a la cara varias veces que no jugaría a dos bandas. Pero en sucesivas ocasiones mi corazón descubría la mentira. Hubiera preferido descubrir la verdad a la primera. Nunca me he sentido tan ruin, tan mezquino, tan dolido. ¡Jesús, ayúdame!».

Ver los comentarios