La tienda de Gucci en Madrid, después de sufrir un alunizaje
La tienda de Gucci en Madrid, después de sufrir un alunizaje - EFE

Campaña de Navidad: Los «ladrones del lujo» trabajan a la carta para gente de alto poder adquisitivo

Robos, como el reciente en Gucci y los de la Milla de Oro, son ordenados a bandas españolas. La mercancía se vende luego a un tercio de su valor real

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Diez y cuarenta de la noche del pasado 15 de octubre. Hace apenas unos diez minutos que los últimos clientes de El Corte Inglés de la Castellana han abandonado el centro comercial. Una banda española, de jóvenes y encapuchados, frenan en el lateral de Raimundo Fernández Villaverde un Seat León robado. Bajan cuatro de ellos, armados con mazas, y la emprenden a mazazos contra el escaparate de la zona de los bolsos. Los vigilantes de la tienda tienen orden de no enfrentarse a asaltantes armados y violentos. En menos de dos minutos, los ladrones salen con 25 unidades de Gucci, una marca cotizadisísima, de una media de 3.000-4.000 euros la unidad. Tan rápido como han llegado, emprenden la huida.

Acaba de cometerse un robo a la carta.

Como suena. Así lo describen fuentes policiales, que añaden que «quienes los ordenan son gente de alto poder adquisitivo, y los compran a un tercio de su valor real». Se hacen con una buena partida que luego recolocan entre sus conocidos, y así se cierra este círculo del mercado negro del lujo. «Se trata de particulares, que saben que personas de su entorno estarían dispuestas a llevar esos bolsos, aunque sean robados, y pagar una cantidad por ellos muy inferior a la real».

Conocen a quienes les pueden hacer el trabajo. En Madrid puede rondar la media docena de bandas que, previo pago, roban un coche, lo dejan unos días «enfriar en una zona distinta de Madrid, como Arturo Soria, y cuando ven que pasa el tiempo y el vehículo denunciado sigue ahí, deciden ponerse en marcha». «Bichean» dónde pueden pegar el palo, muchas veces en tiendas de lujo de la calle de Serrano (la de Gucci de la Milla de Oro es una de las más victimizadas), y se ponen a ello.

Hace años, cuando el auge de los aluniceros, se podía ver a jóvenes delincuentes vendiendo el género robado en una furgoneta de Las Torres de Villaverde, en la zona de Plata y Castañar, de allí salieron sagas tan conocidas como las de los Lázaro o los Bote Vargas. Pero el «business» ahora es menos descarado y más sofisticado, dentro de lo que puede serlo en estos robos con fuerza. No hay que olvidar que los delincuentes juegan con la ley a su favor: si no hay violencia contra las personas, algo de lo que se cuidan mucho, y son pillados, por regla general apenas pasarán un rato en los calabozos de los juzgados. No hay apenas casos de prisión preventiva y la multirreincidencia no se pena. Las leyes les dejan el camino franco.

«Los aluniceros y maceros son españoles en un 98%», insisten distintas fuentes. Y les dan a casi todo, dependiendo de la temporada y que la mercancía sea fácil de colocar. Si bien el mercado del lujo está en boga todo el año, hay productos como las gafas de sol que son más propias de la «campaña» delictiva de primavera-verano. Ha habido casos de alunizajes bestiales contra ópticas utilizando camiones de gran tonelaje, como ocurrió en Las Tablas. Se creen impunes y se crecen ante cualquier obstáculo físico.

«Voraz y complicada»

Pero ahora ya ha arrancado la «temporada de Navidad», la más voraz y complicada policialmente. Los objetivos de los cacos se multiplican. Es la época negra para las peleterías, perfumerías y los negocios de productos ibéricos y licores. Por estos últimos, son más comunes en otoño-invierno los asaltos a polígonos industriales, donde se almacenan grandes partidas de buen jamón, vinos excelentes y bebidas espirituosas de primeras marcas. Sí o sí, un año tras otro, la rueda se repite. Y también todo a la carta.

La otra gran modalidad de robos de este tipo es el de tabaco en cantidades millonarias. No hablamos de butrones en estancos (que también), en los que participan tanto españoles como bandas de rumanos; sino de asaltos a camiones enteros, con transportistas incluidos y extrema violencia. Aquí el perfil cambia: la banda la pueden conformar españoles, pero cuentan con algún búlgaro o rumano que les hace de conductor, para trasladar el tráiler. El patrón es casi siempre el mismo. El clan cuenta con algún «santero» (chivato) del interior del negocio, que les pasa información sobre mercancías, horarios, rutas y cuestiones de seguridad. El pequeño ejército de delincuentes se encarga luego de emboscar a los camioneros.

Un caso paradigmático fue el de la operación Dumitras, en 2014. La Policía Nacional desmanteló una red encabezada por un estanquero y otros colegas de oficio. Eran los que organizaban falsos robos a camiones de Logista. Falsos, porque contaban con una red de transportistas a sueldo que denunciaban asaltos que no existían. Pero reales porque se quedaban con la mercancía, que iba a sus jefes de la organización, que controlaban más de 400 expendedurías de cigarrillos del Camino Viejo de Leganés y la avenida de la Albufera. Los beneficios eran extraordinarios: entre 1,5 y 2,5 millones, que colocaban a la mitad de precio de venta al público. Los 17 detenidos quedaron en libertad con cargos.

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