Juan Soto - El garabato del torreón

Una indigestión de pulpo

El Concello de Lugo no oculta sus propósitos: apuesta por convertir el Arde Lucus en la fiesta emblemática de la ciudad

Juan Soto
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Al San Froilán de Lugo le suprimes las casetas del pulpo y lo dejas en nada. Ese camino lleva. Tal cabe deducir del empeño con que el Concello se esfuerza, de unos años a esta parte, en lastrar unos festejos que llegaron a ser los más populares de Galicia (a muchos codos por encima de los coruñeses de María Pita, los pontevedres de A Peregrina o los mindonienses de As San Lucas, pongamos por caso) y que hoy han quedado rebajados a la ramplonería de cuatro verbenas, un despliegue de manteros, dos sesiones de fuegos artificiales, la tómbola del cubo y el tren de la bruja.

El Concello de Lugo no oculta sus propósitos: apuesta por convertir el Arde Lucus en la fiesta emblemática de la ciudad, en detrimento del San Froilán.

Es decir, sacrifica una tradición arraigada desde hace más de 250 años, en beneficio de una reciente antroidada pretendidamente «histórica·. Hay que reconocer que la fórmula para alcanzar el objetivo viene mostrándose infalible: consiste en poner al frente de los festejos patronales al más incompetente de los miembros del gobierno local. Miembro o, como diría la alcaldesa, miembra.

La penúltima estocada al San Froilán se la acaban de colocar en los mismísimos rubios (diría el gran Celita) de las casetas del pulpo. Mediante un procedimiento del que se desconoce todo, la instalación de las efímeras pulperías circunstanciales, esencia e insignia de las fiestas mayores de la ciudad de Lugo, se ha adjudicado a un grupo empresarial ajeno por completo al sector e inexperto en el arte —que un arte es y no al alcance de cualquiera— de cocer, cortar, sazonar y servir el pulpo. Todo, embarullado con evasivas altamente sospechosas y disculpas de mal pagador.

Ya veremos en qué queda toda esta barahúnda. Y ya veremos también a costa de qué y de cuánto se le ha arreado esta tarascada a las fiestas patronales lucenses. Confiamos en que la mera ignorancia baste para explicar el caso, y no haya que acudir al desagradable recurso de pedir explicaciones contantes y sonantes. O sea, «explicaciones de caja registradora», como dijo aquella vez el alcalde Tierno.

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