Compostela vigila su turismo

Con cerca de cuatro millones de visitas anuales, la capital gallega reflexiona su modelo, a salvo de la «turismofobia»

Visitantes en el Obradoiro MIGUEL MUÑIZ

ROCÍO LIZCANO

Con una presión turística que ronda los cuatro millones de visitas anuales y una población próxima a los 96.000 habitantes Santiago se configura como la ciudad gallega con ratios de visitantes más próximas a las de ciudades de mayor tamaño como Barcelona o Valencia, dos de los puntos en los que la bautizada como «turismofobia» ha protagonizado en los últimos días actos vandálicos contra establecimientos de acogida de visitantes y puntos afectados por la masificación. Actuaciones que el presidente de la Xunta calificó ayer de «fascistas» y consideró improbables en la Comunidad, si bien anticipó la firme determinación del Gobierno gallego por «impedir que cualquier tipo de acto contra la gente que nos visita tenga amparo político» .

No es la situación de Santiago, coinciden asociaciones de vecinos, comerciantes y administración local, pero la alerta encendida en otros puntos del mapa, en los que el boom del alquiler turístico ha comenzado a arrinconar la vida diaria de los barrios, obliga a «gobernar» el turismo con previsión, anticipación y diseño de objetivos. La moratoria de dos años impuesta desde 2016 por el Ayuntamiento a nuevas licencias de establecimientos hoteleros y tiendas de recuerdos en la zona vieja es muestra de la reflexión iniciada por una corporación enfocada en ofrecer una «convivencia» adecuada entre el tirón turístico del casco histórico y la recuperación de este espacio como entorno amable para la vida . El estudio encomendado sobre la dimensón del alquiler vacacional en el casco es un ejemplo más, apuntan desde Raxoi, de la reflexión en marcha.

«Estamos en un momento que exige vigilancia y una cierta definición de lo que queremos», declaró a ABC el secretario de la asociación de comerciantes Santiago Centro, Delmiro Prieto, que ilustra con un ejemplo, el impacto de las especies invasoras en el desplazamiento de la vegetación autóctona, los riesgos de un crecimiento desequilibrado del turismo. «Conviene reflexión, y me consta que en Santiago se está haciendo, para racionalizar el turismo y evitar que la situación pueda llegar a desbocarse y crear incomodidades a los vecinos», indica Prieto, quien ve con buenos ojos una ordenación de visitas como la aplicada por la Xunta a la playa de As Catedrais (en Ribadeo).

«No nos sobra»

José Ángel Blanco, gerente de Compostela Monumental, lo tiene claro: Santiago no puede permitirse dar la espalda a su turismo y la presión actual es asumible. «Ni mucho menos nos sobra turismo, la ciudad tiene en este momento un nivel sostenible, pese a que haya gurús que quieran decir lo contrario» , mantiene el gerente de los empresarios del casco histórico compostelano. A su juicio, la actividad turística actual «no es corrosiva con la vida de la ciudad» y lo que están en juego son «muchos puestos de trabajo y un posicionamiento estratégico en el mundo», una postura que no colisiona con un mayor apoyo a la adaptación del comercio tradicional como pieza necesaria para atraer a un turismo de compras, y conseguir un flujo equilibrado a lo largo del año.

« Claro que nos gustaría un turismo de mayor calidad , menos ruidoso y más preocupado por la cultura y la tradición, pero hay que ser realistas: esta es la industria que tiene Santiago», apunta a su vez Carmen Rabuñal, presidenta de la Asociación Cultural San Martiño Pinario, para quien el control sobre el alquiler irregular de habitaciones debe ser una prioridad.

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