Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS

Tren burro

«Un maquinista que se niega a seguir el trayecto al haber concluido su jornada laboral. Y yo habría hecho lo mismo, si supiera manejar un tren...»

Guillermo Garabito
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Después de lo de Valdeón, la vida. En el PP nacional, lejos de demostrar coherencia y ningún sentido de Estado, se callan y se aferran. A falta de dimisiones por los errores políticos y presuntos delitos económicos, venderse -los unos y los otros- es la única forma de que el resto nos enteremos.

La vida es eso que ocurre a partir del otoño. Trenes, como aquel sin par de los Torozos, que se emburrecen, que no llegan a su destino a tiempo. Ni a destiempo. Se hacían eco el miércoles los diarios del suceso que algunos titulares describían poco menos que como: Maquinista dado a la fuga. Un tren varado en un pueblo de Palencia. Un maquinista que se niega a seguir el trayecto al haber concluido su jornada laboral.

Y yo habría hecho lo mismo, si supiera manejar un tren. Luego ocurren accidentes ferroviarios de esos que terminan en una investigación sin demasiado énfasis y en un error humano sin aclarar exactamente cuál. En una ocasión ligué con una chica que tenía un padre maquinista de la Renfe. Toda mi ilusión, al principio del amor, era que el padre me enseñara los controles del tren, pero lo dejamos antes de que me presentara a sus padres siquiera. Ahí murieron mis aspiraciones de saber llevar una locomotora.

La empresa, mientras fletaba autobuses, calificaba de «inhabitual» el suceso, que es una de esas palabras que empleadas en estas circunstancias en verdad quiere decir que ocurre con más frecuencia de lo imaginable. Dudo que en los tiempos que corren venga nadie a jugarse el puesto de trabajo por algo puntual. Así llegaron los viajeros a sus destinos. Tarde y en autobús. Ironías de la vida.

Creo que Machado, amante de los trenes, habría felicitado al conductor. No por su prudencia, sino porque como reconocía el poeta en uno de sus versos: De los trenos «Lo molesto es la llegada».

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