Síndrome Pereiro

Corría el año 2006. Después de una dura refriega en Pirineos, un caluroso día de julio, un ciclista poco conocido, Óscar Pereiro, saltó del pelotón y libre de marcas empezó su escapada temeraria, destinada a neutralizarse cerca de meta, mientras el corredor se retuerce exhausto. La finalidad de estas proezas se concreta en la exhibición de la marca del maillot, para satisfacción del patrocinador. Pero el tal Pereiro por las vacilaciones y cansancio de los favoritos les metió casi media hora. Fueron incapaces de recuperar el tiempo, por la sangre que se habían hecho, la mediocridad de los mejores y la fortaleza del equipo del corredor. El resultado, una victoria contra pronóstico en Paris.

Óscar Puente, amante de la bici, en la ciudad y por donde sea, ha querido emular esta gesta, abanderando la recogida de firmas en pro de Sánchez.

El demarrage parece extemporáneo, aunque los hooligans le aplaudan, mientras otros observan cómo un compañero se quema y ven hacia dónde apuntan las tendencias. El momento de gloria de lucir el maillot a Puente ya no se lo quita nadie (un postureo más de los que acostumbra), si bien tan raro está el PSOE que puede ser el Pereiro del socialismo. El sanchismo ha perdido fuelle en esta semana, aunque tan podemizado se encuentran que pueden lograr la fractura y quedarse unos con el tallo de espinas y otros con los pétalos. Con el síndrome Pereiro, Puente sigue su escapada, pero no le vendría mal leer la historia de su partido (siempre que se ha radicalizado, se ha convertido en insignificante), explorar la cultura de su partido, progresista y reformista, dos calificativos que no casan con la simplificación asamblearia, y la intención de transversalidad, algo opuesto al maniqueísmo podemizador.