Fernando Conde - Al pairo

París no era una fiesta

«París era un Vallecas reeditado, una nueva Atocha, una zona cero rescatada de ese olvido que nos permite vivir sin odiar constantemente»

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París era lágrima, era sinrazón, era absurdo el viernes por la noche. París era el llanto de la razón, un corazón roto, abierto en dos, alma partida. Todo lo era París el viernes por la noche: caos, miedo, estruendo, dolor, desgarro, un mañana truncado, triste recuerdo futuro para la historia de la ignominia, juventud deshecha, golpeada, música distorsionada por el tambor de las pistolas, gritos, promesas de cielo para locos enloquecidos por locos. París era un Vallecas reeditado, una nueva Atocha, una zona cero rescatada de ese olvido que nos permite vivir sin odiar constantemente. Yo era París, tú eras París, él era París, nosotros éramos París, vosotros erais París, pero ellos no eran París el viernes por la noche.

Ellos eran la mordaza de la libertad, la antonimia de la avantgarde, la prehistoria de la paz, la negación de la esperanza, el odio a la otredad y a la diferencia. París no era su casa, París era el infierno que les llevaría a ese cielo de huríes que no existe -ni el cielo, ni las huríes-. París era el viernes por la noche una ciudad desvalida, atónita y mortalmente herida.

Pero también España era París, Europa era París, Occidente era París, la civilización era mas París que nunca, el viernes por la noche. París murió un poco en Bataclan, como había muerto ya antes en Charlie Hebdo, murió un poco entre el desconcierto de una balasera espuria que no pagó entrada, murió postrada ante el estruendo de un aullido homicida, de un vocerío suicida. París era confusión, estampa aterrada de incomprensible frustración, cementerio civil de derechos pisoteados: el derecho a ser feliz, a escuchar, a caminar por la calle, a presenciar un partido de fútbol, a tomarse una copa, sin imposiciones, sin prohibiciones, sin sarias. El viernes por la noche París no era un fiesta, era un duelo. Aunque por mucho que nos maten, siempre nos quedará París.

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