Fernando Guijarro y Juan Pablo Culebras, en su aula de la cárcel de Cuenca
Fernando Guijarro y Juan Pablo Culebras, en su aula de la cárcel de Cuenca - ABC

Dos maestros entre rejas

Juan Pablo Culebras y Fernando Guijarro son reconocidos este viernes por la Junta de Castilla-La Mancha por su labor en la cárcel de Cuenca

Toledo Actualizado: Guardar
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En unos tiempos en los que la palabra maestro está cada vez más en desuso y minusvalorada, Juan Pablo Culebras y Fernando Guijarro pueden presumir con orgullo de que sus alumnos todavía les llamen así. El caso de estos dos maestros no es uno cualquiera ni el de sus alumnos tampoco, ya que la cárcel es el nexo de unión entre unos y otros.

Juan Pablo y Fernando son los dos maestros, como les llaman sus alumnos, del centro penitenciario de Cuenca, donde llevan muchos años trabajando para intentar reinsertar a los reclusos en la sociedad y formarles para que tengan una segunda oportunidad en la vida. A lo largo de su trayectoria ambos profesores han vivido muchos fracasos, pero han sido más las satisfacciones porque, según reconocen, «siempre es un orgullo ver cómo progresan los presos gracias a la enseñanza».

Este viernes, los dos maestros de la cárcel de Cuenca se saltarán sus clases, pero no porque hagan novillos, sino porque reciben un premio muy especial en el teatro Palenque de Talavera de la Reina. Con motivo del Día de la Enseñanza, el Gobierno de Castilla-La Mancha reconocerá su labor docente y su «ejemplo de motivación, entrega y espíritu vocacional». Juan Pablo y Fernando han hablado con ABC en un día tan importante para ellos.

Años de experiencia

Recién acabada su carrera de Filología Hispánica, a Juan Pablo alguien le propuso presentarse a una oposición para instituciones penitenciarias en el cuerpo de profesores de EGB (la antigua Enseñanza General Básica). Al principio, desconocía ese mundo. Incluso, no sabía que había centros educativos dentro de las cárceles. Aprobó las oposiciones y, poco a poco, su profesión le fue enganchando. Después de pasar por otros centros penitenciarios —El Puerto de Santa María, Madrid III y Ocaña II—, lleva 22 años dedicado a enseñar a los reclusos de la cárcel de Cuenca.

El caso de Fernando es distinto. Llegó a la prisión de Cuenca «un poco de rebote», como él explica, ya que se encontraba de profesor en el colegio de Landete, pueblo de poco más de 1.000 habitantes a unos 100 kilómetros al este de la capital conquense. Sin embargo, tenía claro que quería salir de Landete en cuanto pudiera, por lo que pidió el traslado para ir a Cuenca. Cuál no fue su sorpresa cuando le dieron una plaza en el centro penitenciario de la ciudad. Sorprendido por el destino que le había tocado en suerte, su intención era aguantar en la cárcel de Cuenca dos años y volver a pedir traslado, pero ya son diez los años que Fernando lleva acompañando a Juan Pablo en la «difícil pero grata labor» de enseñar a los presos del centro penitenciario conquense.

Teniendo en cuenta que la asistencia a clase es voluntaria, ambos profesores reconocen que su trabajo conlleva «un plus de vocación, de motivación y de implicación». Cada inicio de curso tienen que realizar una labor de captación entre los reclusos, sobre todo entre aquellos con más necesidades formativas. De los cien internos que hay en el centro penitenciario, alrededor de la mitad suelen matricularse, si bien finalmente, por diversas razones como permisos o incompatibilidad con otras actividades, son unos treinta los alumnos que acuden asiduamente a la escuela.

Los estudios que ambos profesores imparten en la cárcel de Cuenca dependen del Centro de Educación de Personas Adultas «Lucas Aguirre» de la capital conquense y son enseñanzas no regladas, dentro de las cuales hay un grupo de alfabetización, otro de actualización de conocimientos, un tercero de castellano para extranjeros, una escuela unitaria de mujeres y talleres de inglés.

Gran parte de los conocimientos que adquieren estos alumnos les sirven o les servirán para valerse en su día a día, para leer y para rellenar documentos que necesitan. Según cuenta Fernando, muchos reclusos les dicen: «Maestro, yo quiero aprender a leer y a escribir para poder sacarme el carné de conducir y no andar por la carretera de manera ilegal».

Sin embargo, hay algunos presos que, gracias a la huella que han dejado en ellos las enseñanzas de Juan Pablo y Fernando, han dado un paso más allá y han continuado sus estudios de Educación Secundaria en el Centro de Mayores «Lucas Aguirre» de Cuenca. En otros casos, gracias a la formación recibida en prisión han podido conseguir un trabajo remunerado fuera de la cárcel.

«El preso se ve obligado a un parón en su vida, lo meten entre cuatro paredes y tiene que estar encerrado durante unos cuantos años porque ha cometido cualquier delito. Un preso no entra en la cárcel con la idea de reinsertarse. De eso se dan cuenta cuando llevan un tiempo en prisión al ir trabajando con ellos. A veces es más importante la reinserción personal, es decir, encontrarse con uno mismo, que reinsertarse en la sociedad. Esto lo posibilita la escuela y el trabajo dentro de la cárcel», señala Juan Pablo.

¿Qué es la enseñanza para ustedes?

Fernando: Nosotros muchas veces ejercemos no solo de profesores, sino también de psicólogos o de padres de nuestros alumnos reclusos, que, como todo pájaro enjaulado, lo que buscan es volar.

Juan Pablo: Si enseñar a pensar es aprender a volar, esto es lo que yo entiendo por enseñanza.

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