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La radicalización en Cataluña descentra a los partidos

Que no se convoquen comicios en marzo obliga a rediseñar todas las estrategias

Barcelona Actualizado: Guardar
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Por una vez hay unanimidad en la política catalana, todos los partidos andan con el pie cambiado. El sorpresivo acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP que el pasado domingo propició la investidura de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat cogió a todas las formaciones por sorpresa, incluida la propia CDC y, por descontado, a ERC, formación que no supo del acuerdo hasta que este estuvo ya empaquetado.

Desde los partidos se reconoce que tras la fallida reunión negociadora del jueves, y ante la percepción de que el acuerdo era improbable, las maquinarias internas ya se pusieron a trabajar de cara a los comicios de marzo, en unas elecciones que podrían haber dado la vuelta por completo al mapa político catalán.

El acuerdo en el tiempo de descuento entre Junts pel Sí y los antisistema de la CUP ha obligado a redefinir estrategias.

CDC: Encuestas decisivas

Si el mismo Carles Puigdemont ha reconocido que hasta el mismo sábado no tuvo la confirmación de que sería propuesto para presidir la Generalitat, y que daba por hecha la convocatoria de nuevas elecciones, lo mismo sucedió en su partido. La formación esquiva en el tiempo de descuento unas elecciones a las que se enfrentaba con tendencia a la baja, y con el serio riesgo de tumbar, casi se diría que de manera definitiva, el proceso soberanista. Se señala que fue una demoledora encuesta de intención de voto lo que acabó de empujar a Mas a «dar un paso al lado».

CDC podrá celebrar en primavera su congreso de refundación, tal y como estaba previsto, una tarea que se encargará de pilotar personalmente el expresidente Artur Mas. Acosados por la corrupción, y una vez rota su histórica alianza con Unió, Convergència necesita una renovación que está por ver hasta qué punto dará indicios de por dónde puede ir la cuestión sucesoria.

Ahora mismo parece improbable que Mas suelte las riendas de la formación, más cuando el expresidente ha anunciado su intención de emplearse a fondo en la tarea de remodelar CDC, e incluso de ser candidato en los comicios que a priori deberían realizarse en el plazo de 18 meses. En este sentido, la designación de Carles Puigdemont ha despistado a más de uno, al poner en la carrera sucesoria a un nombre que hasta ahora no se había considerado, centradas las especulaciones en figuras como Josep Rull, Jordi Turull, Germà Gordó o Francesc Homs.

ERC: CDC pone la música

En la lista de damnificados por el acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP está paradójicamente ERC, partido que en unas elecciones en marzo acariciaba muy seriamente la posibilidad de superar a Convergència en unas autonómicas -ya lo hizo en las europeas de 2010- y hacerse con la victoria. Si la aritmética parlamentaria lo permitía, Oriol Junqueras ya se perfilaba como presidente al frente de un hipotético tripartito de izquierdas.

Arrastrado a la fuerza en los comicios de septiembre a participar en Junts pel Sí -Mas amenazó con no convocar las elecciones si no se formaba la coalición-, Junqueras ve como, de nuevo, es CDC el partido que pone la música que los republicanos tienen que bailar.

Una parte muy importante de ERC sigue viendo con absoluta reticencia la alianza estratégica con CDC, un empeño personal de Junqueras que el partido asume solo por la desbocada cabalgada del proceso soberanista y los buenos resultados de los republicanos cuando concurren en solitario a unas elecciones.

Ciudadanos: Expectativas fluctuantes

Al menos públicamente, Ciudadanos era el partido que con más ansias celebraba la convocatoria de unos comicios en marzo, confiando en mejorar el excelente resultado conseguido por Inés Arrimadas en las elecciones de septiembre. Entonces, Ciudadanos quedó como principal grupo de la oposición (25 diputados), un resultado excepcional que luego no pudo revalidar el partido naranja en las legislativas de diciembre, cuando cayó hasta la quinta posición, solo por delante del PP.

La percepción de que el partido de Albert Rivera se acabó de desdibujar en la recta final de la campaña de las generales, y el difícil papel que asume ahora en el escenario postelectoral, jugaban sin embargo en contra de las expectativas de Arrimadas. La líder del partido en Cataluña señaló ayer que ante la situación creada en Cataluña «es necesario» un «pacto de Estado» para gobernar España, aunque cree que «no se va a poder mantener la fórmula que ha querido hacer el Partido Popular durante cuatro años porque no ha servido».

PSC: Mirada puesta en Madrid

Arrinconada en el tablero político, parece definitiva la apuesta del PSC por el derecho a decidir. Afrontaba las hipotéticas elecciones de marzo con la mirada puesta en lo que sucede en Madrid. Si Miquel Iceta logró en septiembre que un pésimo resultado no lo pareciese tanto -las expectativas eran catastróficas-, los nuevos comicios venían condicionados por la posibilidad de que en la Moncloa se produjese un cambio de inquilino o incluso por la repetición también de los comicios legislativos.

Descartadas las elecciones catalanas, la radicalización de los partidos independentistas y el plan de 18 meses para declarar la secesión aumentarán la presión sobre el PSOE para conformar una gran coalición con el PP, y en Cataluña obligará al PSC a demarcarse de nuevo del frente constitucionalista que proponen populares y Ciudadanos. «No es hora de frentes, es hora de tender puentes», adelantó ayer Iceta.

Catalunya Sí que es Pot: Oportunidad perdida

Con seguridad es el partido que más ha perdido con el giro político en Cataluña del pasado fin de semana. Tras el batacazo de las elecciones de septiembre, la probable alianza de Podemos, ICV y Barcelona en Comú (el partido de Ada Colau) confiaba en repetir en marzo, o al menos acercarse, al resultado de las generales donde resultaron ganadores.

La decidida apuesta por un referéndum en Cataluña, el giro a la izquierda del electorado en el 20-D y cierta sensación de agotamiento entre el electorado soberanista dispararon sus expectativas. Catalunya Sí que es Pot (CSQP) asumía que Cataluña se disponía a virar de la unilateralidad a la demanda de un referéndum.

El recambio de Mas por Puigdemont ha frustrado, por ahora, este giro. Ada Colau, ahora ya sin tentación de moverse de Barcelona, sigue esperando su momento. Las frustradas elecciones han parado por otra parte la búsqueda de un nuevo cabeza de cartel electoral, algo que se daba por descontado tras el mal resultado de Lluís Rabell en septiembre.

PP: Obligados a buscar voz propia

Quinta fuerza en el Parlamento catalán en los comicios del 27-S, el PP liderado por Xavier García Albiol sigue, al igual que el PSC, condicionado por lo que suceda en el Congreso de los Diputados con la investidura de Mariano Rajoy. El mal resultado cosechado en septiembre ha restado fuerza al líder del partido en su tarea de proceder a la modernización de una formación en caída libre en las últimas convocatorias electorales.

Obligados a armar un discurso propio ante la irrupción de Ciudadanos, los populares anunciaron ayer que contactarán con C’s, PSC y CSQP para intentar actuar de forma «coordinada» e ir de la «mano» ante la «amenaza rupturista» del nuevo presidente catalán, en palabras ayer de García Albiol. El popular considera que hay que actuar de forma «coordinada» ante el momento «excepcional» que vive Cataluña con el desafío independentista, más «allá de las ideologías de cada uno» que «esperan» los catalanes.

CUP: Quebrados por sus contradicciones

El partido antisistema, a punto de echar por la borda la mayoría independendista surgida de las elecciones de septiembre, afronta una etapa de contradicciones. El precio a pagar por la cabeza de Mas es altísimo, al entregar su autonomía política al comprometerse a no votar nunca junto a los partidos contrarios a la soberanía en asuntos que afecten a la estabilidad del Govern. La misma imprevisibilidad que ha demostrado el partido estos meses es un anticipo de lo que puede ser la legislatura.

Unió: Esperando un milagro

Desalojados del Parlamento catalán y del Congreso tras las elecciones de septiembre y diciembre, la única esperanza para el partido de Josep Duran de recuperar presencia pasaba por la repetición de los comicios, algo descartado en Cataluña, posible en el conjunto de España. La travesía del desierto puede ser eterna para UDC.

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