Las pistas que condujeron hasta el presunto asesino de la familia brasileña de Pioz

El ADN en las bolsas con los cuerpos o su propio móvil lo sitúan en la escena del crimen

Madrid Actualizado: Guardar
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Este miércoles, el presunto asesino de la familia de Pioz (Guadalajara) pisará suelo español después de entregarse voluntariamente y ser trasladado hasta nuestro país. Varias son las pistas que Patrick Gouveia, sobrino de uno de los fallecidos, dejó en la escena del crimen pese a un trabajo minucioso para evitar dejar cualquier prueba que lo incriminara. El joven, de 20 años, mató a su tío, a su tía y a dos niños de uno y cuatro años de edad.

«Tengo que colgar. He oído un golpe muy fuerte, como si se cerrara una puerta. Luego te llamo». Eran en torno a las siete de la tarde del 17 de agosto cuando Janaina Santos se despidió con brusquedad de su hermana

porque un ruido la perturbó. Marcos Campos, su marido, estaba a punto de regresar del trabajo: el primer día de su nuevo empleo en un restaurante argentino en el centro comercial Plenilunio de Madrid. Volvía en autobús hasta la urbanización de Pioz (Guadalajara) a la que se había mudado la familia. Los 50 kilómetros suponían un largo trayecto en transporte público, más prolongado aún por la reducción de servicio en agosto.

Por otra parte, la geolocalización del teléfono móvil de Patrick Gouveia, sitúa al sobrino en la vivienda el 17 de agosto por la tarde noche, cuando presuntamente se cometió el crimen.

La Guardia Civil cree que el cabeza de familia no llegó a tiempo de volver a ver con vida a su familia. El golpe que Janaina oyó procedía de quien acabó con la vida de ella, de su marido y de sus niños María Carolina, de 4 años, y David, de uno. Los investigadores han logrado ya reconstruir los últimos pasos del asesino ese día y confirmar que fue Francois Patrick Nogueira Gouveira, sobrino carnal de Marcos, quien ese 17 de septiembre entró en el chalé de la urbanización La Arboleda, a la que habría llegado en autobús, y degolló a sus parientes. Primero a ella y a los niños y luego a su tío, unos asesinatos «secuenciales», según la palabra elegida por los agentes para desterrar el horror del relato. Luego descuartizó a los adultos e introdujo en seis bolsas los cuerpos.

«Ilusionado»

«Estuve “wasapeando” con mi hermano el día de antes. Estaba contento por volver a Che –el restaurante de Plenilunio en el que Marcos ya estuvo empleado como churrasquero–. Salía a las cinco de la tarde pero tardaba bastante en volver a Pioz. Aun así estaba ilusionado con tener la casa preparada para cuando viniéramos mi madre y yo». Walfran Campos es el único hermano varón que tenía Marcos. Se llevaban menos de tres años y eran amigos. Vivieron juntos en Galicia y Murcia. Ahora le ha tocado no solo convivir con la pérdida y la crueldad del crimen, sino afrontar que el asesino es su sobrino, el hijo de una de sus cinco hermanas.

«Yo le hablé a Marcos para que recibieran en su casa a Patrick, en Madrid, a ver si tenía suerte y ahora yo ya no sé...» A Walfran le cuesta mantener el tipo. Dice que si la Guardia Civil ha señalado a Patrick y le ha contado a él mismo que su sobrino es el culpable es porque no tienen dudas, pero no logra entender la aparente tranquilidad del joven que aguarda en casa de sus padres y que ha proclamado su inocencia ante toda la familia.

«Para mí es también como un hijo, un amigo, el nieto de mi madre... pero si ha sido él quiero que esté toda la vida en la cárcel», afirma con énfasis. «Marcos le ayudó en todo». Recuerda que el primer cataclismo familiar se produjo cuando Patrick Nogueira, hijo de un reputado médico con clínica propia y de su hermana, empresaria al frente de un colegio, apuñaló a su profesor a los 16 años. «Mi hermana casi enloqueció. Él nos contó que el maestro le llamaba marica y se burlaba de él por su fuerte acento del nordeste...es lo que dijo».

El adolescente que no se lo pensó para clavar un punzón a su profesor cumplió 45 días de internamiento. A los 18 años sus padres le pagaron un billete de avión a Londres porque quería jugar al fútbol en Europa. A los dos o tres meses regresó a Brasil, fracasado. Su tío Walfran habló con un amigo para que le ayudaran en Madeira (Portugal). Allí estuvo otros dos o tres meses perdiendo el tiempo. Ni club de fútbol, ni oficio ni beneficio. «Patrick no ha tenido suerte. En Madrid hay muchos equipos. A ver si tú le puedes ayudar», le dijo desde Brasil Walfran a Marcos. Y los hermanos se ayudaron, como siempre.

Llegada a Madrid

A principios de año, en marzo, el sobrino rebelde vino a vivir con sus tíos y sus primos en Torrejón de Ardoz en un piso compartido. A Marcos tampoco le iba bien y de hecho estuvo varios meses cobrando el paro mientras Janaina se ocupaba de los críos. Esporádicamente trabajó en otro asador, que abandonó en junio. La convivencia debió de ser cualquier cosa menos fácil. Patrick vivía del dinero que le mandaban sus padres y pasaba los días él solo, con la negativa de varios clubes de fútbol en los que no llegó a jugar.

Janaina, según se ha sabido ahora, se quejaba a su hermana y a su familia del sobrino político. Les decía que la acosaba, que se paseaba medio desnudo por el piso, que insultaba a los pequeños... Walfran menea la cabeza con disgusto. «Nosotros no sabíamos nada. Ni Janaina ni Marcos nos contaron estas cosas; tampoco la familia de mi cuñada. Yo habría cogido un avión y habría acabado con eso».

Entre las verdades a medias se ha colado que Marcos temía que su esposa mantuviera una relación con su sobrino. «Ella no era así», corrige el cuñado. Yo viví con ellos. Sé cómo era». Él destierra este runrún. «Mi hermano alquiló la casa de Pioz porque era grande y barata. En Madrid no encontraba nada decente sin nómina y allí no se la pidieron. Solo un mes de fianza. Quería que hubiera habitaciones para todos. Pero él pensaba que Patrick iba a ir con ellos y que también ayudaría a pagar el alquiler. Cuando le dijo que no, que se quedaba en Torrejón porque la otra casa estaba muy lejos, mi hermano estaba fastidiado porque no le iba a llegar el dinero».

El relato de Walfran abona más dudas. Si la pareja quería alejarse del problema, ¿por qué Marcos pretendía que siguiera con ellos o eso le contó a su hermano? Patrick además ha dicho que no sabía dónde estaba la nueva vivienda de su familia, algo que desmienten estas palabras. El presunto asesino voló a Brasil dos días después de hallarse los cadáveres. Según su tío, fue una decisión familiar ante el temor de que un sicario anduviera suelto –como se publicó– y buscara vengarse de los Campos Nogueira. «La hermana de Patrick es abogada y pensó que él debía volver». La versión resulta endeble, sobre todo porque no se le ocurrió pasar antes por una comisaría o un cuartel a contar la relación que le unía con las víctimas. Sus adinerados padres se apresuraron en buscarle un letrado allí en Joao Pessoa, que lo acompañó a la Policía el 30 de septiembre. Ocho días antes, se había cursado orden de detención europea e internacional contra él vía Interpol. Hasta el 6 de octubre los agentes brasileños no informaron al juez de Guadalajara de que el sospechoso estaba localizado, que no arrestado.

La Guardia Civil tardó 48 horas en centrar al sospechoso, cuyo ADN –como adelantó ABC– fue encontrado en la cinta americana con la que selló las bolsas en las que ocultó los cuatro cuerpos. Es una prueba indubitada, pero los investigadores han acumulado otros indicios. El móvil, si existe, es lo de menos. Sobre todo después de la definición que los agentes hicieron del apuñalador del punzón: «De carácter psicópata, narcisista, egoísta y sin apego a la vida humana». «Si todo eso que cuentan está en el sumario, yo no necesito esperar a lo que diga un juez». Palabra de tío.

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