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Al fondo, la Infanta Cristina en la primera sesión del juicio - EFE/ BALLESTEROS

La Infanta Cristina, seria e impasible en su trago más amargo

Ni siquiera rió cuando Peeters confudió «heterodoxo procesal» por «procesal»

Palma de Mallorca Actualizado: Guardar
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Doña Cristina se convirtió ayer en la primera Infanta de España que se sentaba en el banquillo de los acusados. Podía haberlo evitado -si hubiera renunciado al título, como le pidieron todos-, pero como no lo hizo, intentó pasar este amargo trago con la mayor discreción posible. La hija de Don Juan Carlos siguió atenta y disciplinada la larga jornada judicial, con la cabeza alta, la postura firme, el semblante impasible y sin ceder a la mínima distracción.

Ni siquiera se rió cuando el abogado Manuel González Peeters, defensor de Diego Torres, se equivocó y dijo «heterodoxo sexual» en lugar de «heterodoxo procesal». Ni tampoco cuando, más adelante, este mismo abogado preguntó: «¿La saco toda ya?», en referencia a una prueba que guardaba en «un maletín».

La carcajada fue general en la sala en las dos ocasiones, pero Doña Cristina se mantuvo impasible. Tampoco abandonó el edificio ni para salir a almorzar, como hicieron la mayoría de los abogados y acusados.

Esta vez Doña Cristina no acudió tan sonriente como hace un año, cuando fue a declarar como imputada al Juzgado de Palma, aunque parecía que había ido a inaugurarlo. Por el contrario, la Infanta mostró ayer una gran seriedad desde el primer momento, cuando se bajó del vehículo que la dejó, a ella y a su marido, Iñaki Urdangarín, en la misma puerta de la Escuela Balear de Administración Pública, un edificio situado en el polígono Son Rossinyol, de Palma, enfrente de la cárcel, y que ha sido escogido para albergar el juicio del caso Nóos.

Unión matrimonial

Doña Cristina y su marido llegaron juntos, dando una nueva muestra de unión matrimonial a prueba de fuego. Urdangarín abrió la puerta del automóvil para que bajara su esposa, como ha ocurrido siempre, y juntos recorrieron los escasos metros que conducían al interior del edificio. Esta vez no había «paseíllo» por la rampa, como en el juzgado, pero se mantuvo la «pena del telediario», ya que desde su derecha, su izquierda y sus espaldas les apuntaban decenas de cámaras que transmitieron la imagen en directo y después estuvieron reproduciéndola durante todo el día. La Infanta, que acudió a la cita casi sin maquillar, también escogió un vestuario muy discreto: chaqueta negra, pantalón gris, botines marrones y un bolso claro. Una vez en el interior del edificio, donde les esperaban sus abogados, ambos se identificaron, subieron en ascensor hasta la tercera parte y dejaron sus pertenencias (bolso, teléfono móvil...) en la sala de las defensas, ya que está prohibido pasar al juicio con ese tipo de aparatos. En esas circunstancias no había protocolos ni precedencias, pero lo cierto es que la Infanta fue la primera de los acusados que accedió a la sala, y también la primera que la abandonó. Como siempre.

Durante las más de trece horas, con varios recesos, que duró la sesión de las cuestiones previas, Doña Cristina permaneció en silencio, excepto el par de comentarios que intercambió con el acusado que tenía a su izquierda, Salvador Trinxet. A su derecha tenía el pasillo y, más allá, a los quince periodistas que pudieron acceder a la sala y que no le quitaban el ojo de encima.

Urdangarín y Torres hablan

Tres sillas a la izquierda, se encontraba Iñaki Urdangarín, que sorprendió a todos los presentes por sus conversaciones aparentemente amistosas con su exsocio, Diego Torres, con el que se supone que lleva varios años sin hablarse y quien no pierde ocasión para tratar de involucrar a la Familia Real en este presunto caso de corrupción. Eso también lo hizo ayer el abogado de Torres, González Peeters, quien en su día pidió que testificaran en el juicio los Reyes Don Juan Carlos y Don Felipe, pero se le denegó la petición. Ayer, Peeters volvió a pedir la comparecencia de ambos Reyes a los que se refirió como «el suegro y el cuñado de Urdangarín».

Sin baño en los recesos

Otra anécdota de la jornada fue el retraso con el que llegó a la sala judicial Cristóbal Martell, abogado de Miguel Tejeiro, porque se confundió y creyó que la sesión empezaba quince minutos después. También fueron muy comentadas las extremas medidas de seguridad, con policías nacionales que pedían la acreditación y el DNI a todo aquel que quisiera acceder a la sala de prensa. Lo más llamativo es que impedían el acceso de los periodistas al baño durante los recesos, que eran precisamente los momentos a los que todos los informadores esperaban para hacer esa visita.

El público falló

Mientras que la sesión despertó un alto interés entre los periodistas -con más de 600 informadores acreditados y numerosas unidades móviles en la puerta de la improvisada Audiencia-, el público demostró un entusiasmo descriptible. De hecho, solo 16 personas quisieron asistir como público al juicio del caso Nóos, de forma que ocuparon menos de la mitad de los 36 asientos reservados para los ciudadanos que quisieran acudir a la vista.

Cuando finalizó la sesión, la Infanta y su marido abandonaron la sala, pero a esas horas ya había partido el último avión de la isla, por lo que previsiblemente se quedaron a dormir en el mismo lugar que la noche anterior -al parecer, la casa de unos amigos-. En cualquier caso, se descarta absolutamente que pernoctaran en el Palacio de Marivent, la residencia oficial de la Familia Real en Palma.

La Infanta y su marido podrán abandonar hoy Mallorca, a donde llegaron la noche del pasado domingo en un vuelo comercial procedente de Zurich. Así terminará otra visita fugaz a esta isla en la que Doña Cristina y su marido compartieron algunos de los momentos más felices de su vida, cuando todo les sonreía, pero que desde hace cinco años es destino de los más amargos viajes.