De izquierda a derecha, José Luis Abalos, Cristina Narbona, Pedro Sánchez y Adriana Lastra saludan al comienzo del Congreso Federal del PSOE
De izquierda a derecha, José Luis Abalos, Cristina Narbona, Pedro Sánchez y Adriana Lastra saludan al comienzo del Congreso Federal del PSOE - EFE
39º Congreso Federal del PSOE

El incierto viaje de vuelta del nuevo Pedro Sánchez

Todo apunta a que, desde hoy, la prioridad es que el PSOE se reencuentre consigo mismo con un líder más pragmático

Madrid Actualizado: Guardar
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El PSOE arrancó ayer su 39º Congreso Federal con un forzado, pero lógico, llamamiento a la cohesión interna y a la unidad en el objetivo común de la reivindicación de la hegemonía en la izquierda. Estaba en el guión. Momentánea y prioritariamente, el rival del PSOE no será Mariano Rajoy, sino Pablo Iglesias, que es en primera instancia quien ha rebanado al socialismo clásico por su izquierda buena parte de su patrimonio político y emocional, y quien ha mermado a su electorado hasta cifras históricamente demoledoras, por debajo de los seis millones de votantes. Ese es el drama que ha estado a punto de costar un auténtico cisma a un PSOE superado por su propia incapacidad para hacer frente de forma eficaz al populismo de extrema izquierda con un discurso homogéneo y creíble.

Sin embargo, y más allá de las generales de la ley, el viaje de retorno de Sánchez a la secretaría general del PSOE está plagado de incógnitas que este Congreso seguirá sin cerrar. Primero, porque las heridas causadas internamente requerirán de tiempo para cicatrizar, y segundo porque el propio Sánchez y su nueva Ejecutiva se encargarán de ofrecer de modo sistemático un doble lenguaje envuelto de confusión, en el que afirmar una cosa y su contraria a la vez sean la excusa perfecta que sirva como argumento reversible hacia su verdadero objetivo, La Moncloa. Las referencias a una izquierda «ganadora» forman parte del más razonable marketing electoral y ayer era el único mensaje motivador posible para poder clausurar un Congreso en aparente paz y auténtica autoridad. Sin embargo, lo que habrá que desentrañar en los próximos meses es la letra pequeña de ese mensaje para que el «viaje de vuelta» de Sánchez no sea un fracaso tan estrepitoso para el PSOE como lo fue el «de ida».

EFE
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Principales objetivos

La incógnita radica en saber qué Sánchez emergerá desde ahora, y de momento hay un deliberado interés en todo su entorno por no desvelarlo: si el Sánchez impaciente y obsesivo del «no es no», capaz de ceder ante el independentismo con tal de gobernar a toda costa; o un Sánchez más reflexivo y táctico, más prudente y cauteloso, con la lección aprendida de que el cisma en el PSOE no es una entelequia de analistas políticos sin información, sino una amenaza real en forma de estigma para un partido con 138 años de historia.

Su primer objetivo pasa necesariamente por recuperar la unidad interna perdida. Será una tarea compleja para la que no ofrece mucho margen. La lectura de su nueva Ejecutiva, la erradicación del «susanismo» y la incorporación forzada como mero gesto más efectista que aglutinador de Patxi López y de Guillermo Fernández Vara, son elocuentes. La militancia ha querido que Sánchez tenga el control total del partido y de su estrategia y definición, y así será. Esta Ejecutiva nunca se partirá en dos para desautorizarle. Una revisión de la letra pequeña de los estatutos del partido se encargará en los próximos meses de evitarlo para que el secretario general no pueda ser revocado a través de ninguna rebelión interna. Sánchez ha dejado escaso margen para la generosidad, amparado en que su interpretación del mandato del militante es precisamente esa. Será, sin duda, un proceso de pacificación tenso en el que, de cualquier modo, su liderazgo ya no podrá ser discutido.

Su camino hacia La Moncloa solo puede pasar por desgastar e intentar dividir a Podemos

Su segundo desafío será la construcción de un nuevo discurso, útil y motivador para el militante, pero que de momento sigue resultando dudoso para el elector socialista tradicional. Una parte de él, se fugó hacia Podemos en busca de una radicalidad y credibilidad que el PSOE había perdido en la inercia degenerativa del bipartidismo. Otra parte emigró hacia la moderación, desconfiada de la fiabilidad de Sánchez como líder creíble y sensato, confusa por un discurso plagado de principios ambivalentes. Sánchez fue identificado como el responsable de la pérdida de espacio de la socialdemocracia frente a la emergencia de un populismo demagógico que no supo combatir. Ahora tiene la oportunidad de corregir los fallos cometidos.

Y ahí precisamente reside su tercer reto: el de establecer «líneas rojas» para un partido con criterios dispares sobre el modelo territorial en España y la estrategia de sumisión-superación de Podemos. Si alguna lección ha debido aprender Sánchez es que su camino más directo hacia La Moncloa solo puede pasar por desgastar a Podemos, tratar de dividirlo y aprovechar el evidente desgaste de sus mensajes y tácticas. Sin embargo, los indicios apuntan a que Sánchez vuelve a apostar por la vía de la confusión y la ambivalencia como reclamos.

Declaraciones dispares

Los dobles mensajes son la especialidad de Sánchez y se abre la duda de si seguirán siéndolo en la nueva etapa del PSOE. Un día se alienta una hipotética moción de censura contra Rajoy, y al día siguiente se enfría. Después se matiza que no será «a corto plazo», pero que no está descartada. A su vez se toma nota de las «ofertas» de Pablo Iglesias, pero se descartan los «gobiernos Frankenstein». Se alienta una «alternativa» con Podemos y Ciudadanos en la conciencia de que Iglesias y Rivera son, y serán, incompatibles, y se apoya al Gobierno contra el desafío secesionista mientras se proclama públicamente que «Cataluña es una nación». Son las incógnitas que Sánchez deberá desvelar. Pero todo apunta a que, desde hoy, la prioridad es que el PSOE se reencuentre consigo mismo con un Sánchez más pragmático. La autoridad absoluta, desde luego, la tiene.

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