Manuel Marín

El Congreso irrelevante

Hoy, en el ideario colectivo del PP ha hecho fortuna la teoría de que todo lo que discurra desde la salida intemporal de Rajoy hasta el aterrizaje de Alberto Núñez Feijóo en Génova, será irrelevante

Manuel Marín
Madrid Actualizado: Guardar
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La investidura in extremis de Mariano Rajoy ha convertido el congreso del PP del próximo mes de febrero en un pacífico trámite para congelar la transición hacia una sucesión pactada, de modo que solo quede activarla artificialmente cuando más convenga sin que nadie discuta ni el actual ni el futuro liderazgo. Hoy, en el ideario colectivo del PP ha hecho fortuna la teoría de que todo lo que discurra desde la salida intemporal de Rajoy hasta el aterrizaje de Alberto Núñez Feijóo en Génova, será irrelevante. A lo sumo, surgirán escaramuzas de aspirantes sin opciones, y saltarán liebres usadas como gancho provisional en una carrera de fondo, pero se desplomarán a mitad de recorrido.

El relevo de Rajoy al frente del PP habría sido conflictivo y virulento de no haber logrado 137 escaños en las elecciones de junio, o si Pedro Sánchez hubiese conseguido ser investido presidente del gobierno.

La obsesión de Rajoy por enfriar los tiempos para que cualquier crisis madure hasta mitigarse, o solaparse con un éxito, ha vuelto a darle la razón, y el congreso nacional de febrero será un plácido paseo en el que ni siquiera habrá un debate ruidoso sobre las primarias internas.

En el PSOE las cargó el diablo, y en el PP no forman parte por ahora de una exigencia mayoritaria de una militancia tranquilona y sumisa. Para Rajoy, quedan atrás, ya superadas por los hechos, aquellas palabras de dirigentes como Juan Vicente Herrera que le instaban a renunciar a la presidencia del partido y a afrontar una sucesión abierta y sin el control de Génova. Por eso, de momento nadie con opciones mínimamente realistas de sucesión tendrá la osadía de dar un paso en falso para plantar cara.

En seis meses, el PP ha pasado de una incipiente y agónica lucha fratricida por el liderazgo del PP para superar el “marianismo”, y reintegrar al partido los principios y valores perdidos por el camino, a una rendición humillada ante la evidencia de su incontestable capacidad de resistencia. Por eso, el congreso de la renovación será probablemente el congreso de la irrelevancia, incluso para quienes dan por conseguida la sustitución de María Dolores de Cospedal al frente de la secretaría general. Mientras Rajoy no lo negocie con ella, y mientras ella pretenda continuar, habrá quien lo discuta pero no quien levante la voz. El congreso de febrero será un bálsamo con el que Rajoy diseñará múltiples relevos regionales, y hasta su propia sucesión, con tiempo por delante, paz interna… y control de los tiempos. Exactamente lo contrario de lo que ocurre en Ferraz.

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