Los candidatos republicanos Donald Trump y Ted Cruz
Los candidatos republicanos Donald Trump y Ted Cruz - REUTERS

La emboscada republicana para descabalgar a Trump

Cientos de delegados sin voto comprometido pueden acabar con Trump, si no llega antes a los 1.237

Washington Actualizado: Guardar
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Si la carrera de las primarias en Estados Unidos para elegir a los candidatos presidenciales de los dos partidos destaca por su duración, seis meses de votaciones en cincuenta estados más Puerto Rico, la complejidad del proceso es aún mayor. Cuando la votación se ha celebrado y se apaga la voz de los candidatos, el partido en cada territorio inicia una alambicada fase de designación de toda la representación que irá a la convención que puede llevar semanas, a veces meses, y que varía según el estado.

Una cosa es el número de representantes que teóricamente ha obtenido cada candidato, y que se acumula automáticamente al marcador, y otra su voluntad a la hora de votar en la convención de julio.

Nada tiene que ver la intención con la que acudirá al decisivo congreso de julio un delegado comprometido, que se ha presentado en la lista de un candidato, con la de uno no comprometido, de voto libre.

Desde 1976, la última vez que los republicanos celebraron una convención abierta, en la que Gerald Ford derrotó a Reagan por estrecho margen, pocos se habían preocupado por este desconocido proceso interno. Este año, con la carrera más reñida en décadas, puede ser crucial, y más si termina siendo el congreso el que decida. Ted Cruz, que ha trabajado el terreno desde hace un año, sigue sumando delegados al margen de las votaciones en las primarias y los caucus ordinarios. Donald Trump, que ha acusado al senador de «robar delegados», pone el ejemplo del estado de Luisiana, que finalmente llevará a la convención más delegados en favor del senador, pese a que fue derrotado por el magnate en las primarias. También el establishment, que controla el proceso, participará de la que se ha dado en llamar la batalla de los delegados, en su intento de descabalgar a Donald Trump de la nominación. Primero, con los tres representantes de la dirección que participan en la convención (unos 150 en total). Y también, con su influencia en los delegados no comprometidos, que suman centenares.

Ted Cruz busca cada resquicio para sumar apoyos. En estados con un procedimiento excepcional, que esta vez han optado por convenciones locales, como Colorado, este fin de semana se ha llevado los 37 delegados que estaban en juego. Aunque el magnate bramaba ayer contra el «sistema corrupto» del Partido Republicano, lo cierto es que la diferencia es más simple: mientras Cruz, buen conocedor de los resortes del sistema, lo aprovecha, Trump no se ha preocupado de trabajarlo. Ocurrió algo parecido hace unas semanas en Dakota del Norte. Pese a la dificultad del cálculo, se estima que su largo trabajo de campo le permitió llevarse 18 de los 25 representantes, frente a sólo uno de Trump.

El intento de Cruz de acumular nuevos apoyos también tiene como objetivo los 173 delegados del retirado Marco Rubio. A falta de un apoyo público por parte del cubanoamericano, el equipo de Cruz está cortejando uno a uno a sus representantes. En su entorno dan por hecho que en una convención abierta, acabarían votando a favor de su nominación.

Hay más contratiempos para Trump. En algunos estados favorables, los delegados no comprometidos son legión. Por ejemplo, Pensilvania. Nada menos que 57 de los 72 delegados que se elijan no estarán obligados en su voto. Buena noticia para Cruz, con menos apoyos en el este del país.

Cruz, enemigo del aparato del partido en Washington

Sin embargo, nadie garantiza que en una convención abierta el establishment se lance a respaldar al senador, enemigo declarado del aparato del partido en Washington. Es más, la pasada semana surgió con fuerza la figura de Paul Ryan, speaker (portavoz-presidente) del Congreso, como tercera vía para la nominación. Aunque la mayoría de los expertos es escéptica, y sólo lo contempla como una última baza. Además de que el afectado ha reiterado su negativa, algunos destacados republicanos consideran que sería despreciar todo el proceso de primarias. Por no hablar de la reacción de los seguidores de Trump, quien ya ha amenazado veladamente con que «la gente saldría la calle a protestar, teniendo en cuenta que yo tendré millones de votos, más que nadie».

Acuciado por la sangría de futuros votos, el millonario nombró el pasado jueves a un ejecutivo encargado expresamente de sumar delegados o, como mínimo, de evitar fugas de voto en la futura convención de julio. Paul Manafort tiene trabajo por delante.

La estrategia del frente antiTrump que comanda el aparato del partido intenta primero evitar que el showman llegue a la nominación directa en el proceso. La tradición marca que el candidato es virtualmente proclamado el día en que llega a la mitad más uno, pese a que formalmente la convención vote en su momento. Es difícil pensar que en el caso de Trump, el partido no lo haga, pese a las profundas diferencias.

Tras su derrota en Wisconsin, necesitaría casi un 60% de los delegados que restan por repartir, aproximadamente un tercio del total.

Una vez asegurado que hay convención abierta, la segunda parte del plan consistirá en evitar que sume la mitad más uno en la convención, que se convertiría para el magnate en una ratonera. En la primera votación, se prevé que un 90% de los delegados llegue con su voto comprometido. A partir de la segunda, se calcula que los delegados con libertad voto supondrían casi el 60%, lo que abriría un camino lleno de espinas para Donald Trump.

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