Una simpatizante democrata escucha a Hillary Clinton durante un acto electoral en Rochester, Nueva York
Una simpatizante democrata escucha a Hillary Clinton durante un acto electoral en Rochester, Nueva York - REUTERS

El disputado voto femenino, también para Hillary Clinton

La ex secretaria de Estado es la gran favorita en las decisivas primarias de Nueva York, pero los jóvenes, también las mujeres, son su talón de Aquiles.

Nueva York Actualizado: Guardar
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Las gradas de un polideportivo desportillado una tarde de esta semana en Crown Heights, en el corazón de Brooklyn, son un caladero de votos para Hillary Clinton. La ex secretaria de Estado hace una de sus primeras incursiones en la batalla de Nueva York, unas primarias que serán clave para la nominación demócrata, en territorio favorable: son sobre todo mujeres, sobre todo negras y sobre todo mayores de 35 años.

Es un «town hall», una especie de reunión vecinal, rematada con un discurso de Clinton. Antes de que la candidata llegue al estrado, un grupo de mujeres -del mismo sector demográfico que las que ocupan las gradas- calientan el ambiente repasando el legado de Clinton en la lucha de la igualdad de las mujeres, en su apoyo a las minorías y en su apuesta por reformar el sistema penal.

Estamos en un barrio netamente afroamericano y caribeño, a pesar de la llegada masiva de jóvenes blancos en los últimos cinco años, en el que reina la desconfianza hacia las fuerzas de seguridad. Unos días atrás, el vídeo de un cartero negro reducido por policías a la fuerza mientras repartía el correo indignó a los vecinos.

Entre las teloneras están Gwen Carr, la madre de Eric Garner, el hombre que el año pasado murió asfixiado por un policía en Staten Island por revender cigarrillos; Nicole Bell, la prometida de Sean Bell, que murió en 2006 en su despedida de soltero, desarmado en un coche con amigos; la congresista por Nueva York Yvette Clarke y Chirlane McCray, la activista y esposa del alcalde de la ciudad, Bill de Blasio. «¡Necesitamos a Hillary!», es el grito de guerra de esta última, que introduce a Clinton como «la próxima presidenta de EE.UU.»

Mientras el servicio de seguridad de Clinton comprueba que todo está listo para la ex secretaria de Estado, una discusión brota en la bancada. La agita Miles, un hombre de mediana edad que aquí navega contra contracorriente: no solo es varón, sino además apoya a Bernie Sanders, el otro candidato para la nominación a la presidencia del partido demócrata. «Si Bernie no gana las primarias, apoyaré a Hillary, de eso no hay duda», explica. «Pero estoy mucho más de acuerdo con la agenda progresista de Sanders. Ella es parte del sistema».

«Yo estoy por las mujeres», contesta una mujer a su lado. Es madre, trabajadora y estudiante de la universidad pública Medgar Evers, donde se celebra el mitin. «Ella va a entender e implicarse mucho más en los asuntos que me importan», explica. Dos filas más abajo, otra asistente pone su parte: «Ella ha demostrado que sabe construir relaciones con diferentes sectores, colaborar y encontrar acuerdos. Mucho mejor que Bernie, que tiene buenas ideas, pero muchas son irrealizables».

Esa es un lugar común entre los fieles a Clinton: ella consigue «getting things done» o «hacer cosas».

Clinton irrumpe en el escenario como un fogonazo en la cancha de baloncesto, todo melena rubia, tez brillante, sonrisa blanca. Detrás tiene un público más heterogéneo, aunque casi femenino por completo, el que se verá en todos los informativos de la noche: hay señoras blancas y mayores, jóvenes negras y asiáticas y también alguna con atuendo musulmán. La candidata refuerza el mensaje de que ella va a ser una presidente eficiente en conseguir apoyos de todos los sectores para los asuntos que interesan a las mujeres: igualdad salarial, defensa de Planned Parenthood -la red de clínicas criticadas por la práctica de aborto-, mejoras en educación… «Yo no voy a prometer que la universidad sea gratis», dice en referencia a la propuesta de Sanders. «Pero sí que sea asequible».

No se olvidó de la oportunidad histórica de colocar a la primera mujer en la Casa Blanca. «Me preocupan en especial las niñas y las mujeres, porque yo soy una de ellas», dijo. «Todavía nos queda mucho por recorrer antes de poder decirles a nuestras hijas, ‘sí, puedes llegar a ser lo que quieras, incluso presidenta de EE.UU». Júbilo entre el público. Es el mensaje pensado para calar en todas las generaciones de feministas. ¿Todas? Hay un grupo que se le resiste a Clinton: las «millenials», las jóvenes entre 18 y 34 años. La ex secretaria de Estado se ha labrado su ventaja en las primarias -por el momento lleva 1.298 delegados, por 1.079 de Sanders- en su fortaleza en el voto de las minorías, las mujeres y las personas de mayor edad.

Pero ha sido incapaz de conectar con los más jóvenes, volcados con el senador de Vermont. El caso más flagrante, y una de sus derrotas más sonadas en la campaña, fue en New Hampshire, donde llegó a perder el voto femenino: el 53% de las mujeres votaron a Sanders. Se debió a que le vapuleó entre las más jóvenes: el 82% votaron al candidato de ideas socialistas.

Sanders necesita algo similar -además de conservar el apoyo de la clase trabajadora blanca y arañar votos en las minorías- en Nueva York, el segundo estado que más delegados reparte, y donde se votará el 19 de abril. Clinton le saca por el momento trece puntos en el acumulado de encuestas de RealClearPolitics.

Kim, una profesora de instituto de 32 años que vive en Brooklyn, forma parte de ese núcleo duro de Sanders. «Me considero una feminista, pero me mueve más el discurso socialdemócrata de Bernie», asegura. «Hillary es alguien que ha apoyado la desregularización de Wall Street y que no quiere desvelar el contenido de sus discursos pagados por bancos de inversión».

Desconfianza

La gente de su generación no confía en que Clinton sea un motor de cambio: «Con ella va a ser la ideología de siempre. Me preocupa que vaya a defender los intereses de los poderosos, de quienes financian su campaña».

Pero esa generación no es suficiente para dar el vuelco que Sanders necesita para disputarle la nominación a Clinton. Las encuestas le dan una gran ventaja entre los jóvenes -el 70% apoya al senador, según la última de CBS-, pero Clinton mantiene la distancia en el resto de capítulos, también en el voto femenino, que acapara en un 54%, según el mismo estudio.

Cuando acaben las primarias, en junio, la discusión será distinta. Clinton, que será la nominada demócrata si se cumplen las expectativas, ¿conseguirá atraer a parte del voto republicano femenino? Las encuestas dicen que sí, sobre todo si su contendiente en la elección general es Donald Trump. Si ese es el enfrentamiento final, ¿contará Clinton también con los jóvenes demócratas que hoy le dan la espalda? «Mi apoyo será para ella en cualquier caso», dice Kim sin sombra de duda. Es imposible pensar que los jóvenes progresistas entusiasmados como ella con Sanders den su voto al multimillonario populista, al ultraconservador Cruz o a cualquier otro nominado republicano. El desafío para Clinton será movilizarlos para que vayan a las urnas.

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