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Balonmano

La tiranía como modo de competir

La brasileña Eduarda Amorim, acostumbrada a ganar rutinariamente en los clubes en los que ha jugado, afronta a sus 29 años la oportunidad definitiva para hacerse con el oro olímpico

Eduarda Amorim, durante un partido
Eduarda Amorim, durante un partido - AFP

Eduarda Idalina Amorim Taleska, más conocida como Eduarda Amorim, es una brasileña de 186 centímetros de estatura que juega como lateral izquierda en la selección carioca de balonmano. Y no es una cualquiera: en el año 2014 fue elegida por la Federación Internacional de Balonmano (IHF), con el 35, 2 por ciento de los votos, mejor jugadora del mundo. Superó así a estrellas del calibre de la rumana Cristina Neagu o la noruega Heidi Loke. Antes de adquirir aura de estrella planetaria, Amorim siguió un camino lleno de pintorescos cambios de aires y, sobre todo, con un hábito adquirido del que le será difícil desprenderse. Cuando juega al balonmano, Amorim solo conoce un desenlace posible: la victoria.

Se explica esto por la tiranía que ha instaurado allí donde ha jugado. Desde que aterrizase en Europa en el año 2006 para jugar junto a su hermana Ana (la misma que a los 11 años puso por vez primera una pelota de balonmano en su poder) en el Kometal Skopje macedonio, la brasileña ha ganado la friolera de 21 títulos nacionales de 22 posibles. O lo que es lo mismo, en el lapso de tiempo que va del 2006 al 2016, ha ganado 10 ligas y 11 copas nacionales. Hizo pleno en las cuatro temporadas que pasó en el Kometal (ocho de ocho) y perdió su único trofeo, la liga de 2015, con el Gyori Aundi ETO KC húngaro, su actual club. Pero no podía una figura dominante como la de Amorim limitar su dominio a las competiciones domésticas. Eso debió pensar la balonmanista cuando en 2013 se fijó como objetivo conquistar la Liga de Campeones femenina. Lo logró, y no satisfecha con conquistar la Copa del Mundo ese mismo año con su selección -torneo del que salió encumbrada como mejor jugadora de la competición-, revalidó título europeo con el Gyori.

En su tierra, Brasil, compitió en las filas del Metodista Sao Bernardo primero, y en las del USCS San Caetano después. Reflejo de su competitividad extrema es el hecho de que en este último, para el que jugó desde 2004 hasta que fichó por el Kometal, jugó toda una temporada compaginando el equipo juvenil, el junior y también el senior. Su ambición no encuentra límites.

Tras disputar los Juegos Olímpicos de Pekín (2008) y Londres (2012), en los que la “canarinha” finalizó novena y sexta respectivamente, Eduarda Amorim afronta estas Olimpiadas con una obsesión: cerrar el imparable ciclo victorioso en el que, por méritos propios, se ha convertido su carrera.

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