Río 2016 | TenisMónica Puig, heroína de Puerto Rico

Se convierte en la primera mujer medallista y la primera deportista de oro de su país al ganar la final femenina

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Mónica Puig, la sorpresa de estos Juegos, vive un momento histórico. Se ha proclamado campeona olímpica de tenis. Un éxito mayúsculo para un historial apenas destacable. Esta era la tercera vez que lograba una final, después de perder en Sidney 2016 contra Svetlana Kuznetsova, y ganar a Silvia Soler en Estrasburgo 2014. Pero lo de los Juegos es otra dimensión, pues es el centro del mundo en estos quince días de emoción olímpica.

A ella se le escapó toda en el podio, que ya había avisado de que lloraría. Incluso afirmó que iba a aprenderse el himno de Puerto Rico para la ocasión, pues confesó en la previa que no se lo sabía todavía.

A sus 22 años, Puig lleva la bandera puertorriqueña hasta lo más alto de Río 2016.

Tuvo ofertas de Estados Unidos, pero asegura que por encima de su país no hay nada y defenderá sus colores hoy y siempre. Se ha convertido en la primera mujer medallista y la primera puertorriqueña, mujer u hombre, en lograr un oro. Su final ante Angelique Kerber tuvo todos los ingredientes para que al final, su llanto en el podio fuera el más emotivo, su sonrisa, la más resplandeciente. La alemana, mucho más asentada en el circuito femenino, le exigió una batalla a tres sets descomunal. De ahí que no pudiera dejar de sonreír tras proclamarse ganadora.

De abuelos españoles y raíces catalanas, explica siempre que cuando va a España es Puch, pero Puig, con g, en su país. Fue entrenada por Ricardo Sánchez, con el que logró su único título en Estrasburgo. A principios de año decidió cambiar el rumbo y ponerse a las órdenes de Nacho Todero con el que ha conseguido demostrar quién es en estos Juegos Olímpicos. Encantada por lo que tiene de novedad su estatus de estrella, sonríe y se para a hablar con los periodistas el tiempo que haga falta. Y repite que no va a tener un mayor éxito en su vida que este oro.

Tal es la sorpresa que protagoniza que había organizado un viaje a China con su familia porque ya pensaba que no estaría aquí. Por eso no están sus padres arropándola en la grada, y tampoco demasiados seguidores, reconoce, pero se dejan notar y crecen porque su alegría es contagiosa y ya ha hecho famoso su salto de emoción al conseguir las victorias. El salto más grande, el oro olímpico.

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