CÁDIZ CF

Aridane no falla

El central confió en él y fue capaz de cambiar silbidos y chascarrillos por aplausos y ovaciones del cadismo

Pepe Reyes
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Aridane saluda a la afición cadista en el Rico Pérez de Alicante
Aridane saluda a la afición cadista en el Rico Pérez de Alicante

Extraña sensación cercana al desasosiego cundió en la mayor parte de la afición cadista cuando se confirmaba el traspaso de Aridane al Osasuna. Dos años de estancia en el club han bastado para ganarse el cariño de la hinchada y erigirse en uno de los jugadores más apreciados por ella. Dos temporadas en Carranza que han coincidido con sendas campañas marcadas por el éxito y el retorno de la ilusión a la grada. En la primera de ellas, el futbolista canario se erigió en pieza fundamental de ese equipo que conseguía en Alicante el regreso a la Segunda División, y en la siguiente, también asumía un papel trascendente en el engranaje de ese serio sistema de juego desplegado por los amarillos, que a punto estuvo de catapultarlos, en inopinado zarpazo, a la gloria excelsa de la máxima categoría.

Circunstancias, todas ellas, más valorables si cabe, si se tienen en cuenta los duros inicios y los poco prometedores comienzos que vivió Aridane con la camiseta del Cádiz CF.

Jugador recién llegado en el verano de 2015, que en seguida quedó marcado por el error garrafal en un partido de pretemporada en San Fernando y por una serie de indecisiones en encuentros posteriores. Pifias, que unidas a la extravagancia singular de su abultada y rizada cabellera, lo convirtieron de inmediato en blanco predilecto de chanzas y chascarrillos del siempre inquieto público gaditano. Plaza ésta muy difícil en ese aspecto, pues la historia del club se haya jalonada de múltiples casos de jugadores que, por el motivo que fuere, se vieron señalados con el implacable dedo del cachondeo por la grada y ya nunca pudieron levantar cabeza. Por eso, el óptimo nivel que ha sido capaz de ofrecer Aridane adquiere tanto mérito. Siempre confió en sí mismo y fue capaz de cambiar, como muy pocos aquí, las risas por las palmas, la sorna por la más sincera admiración. Del que destacaba su concentración en el juego, la capacidad de anticipación en saltos y disputas, su entrega y su humildad. Y sus portentosos cruces, jaleados con el canto unánime: Aridane no falla.

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