Al Pacino, en una escena de «China Doll»
Al Pacino, en una escena de «China Doll» - JEREMY DANIEL

El pinganillo de Al Pacino

El actor ha sembrado la polémica en Broadway al usar, según los rumores, varios artefactos para recordar el texto de la función que interpreta, «China Doll»

MADRID Actualizado: Guardar
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Broadway vive estos días pendiente del pinganillo. Concretamente, del que ha estado usando el actor Bruce Willis, según han reconocido sus representantes, durante las funciones previas de «Misery», la obra de Stephen King con la que ha debutado en la escena neoyorquina. «Se ha usado como red de seguridad», argumentó el jefe de prensa del actor. En un teatro cercano, Cicely Tyson, de 90 años, y James Earl Jones, de 84 años, protagonizan «The gin game», de D. L. Coburn y cuentan también, según los rumores, con la ayuda para recordar la letra del pinganillo (ese pequeño auricular que sirve para recibir discretas comunicaciones y que usan sin pudor los presentadores de televisión).

También Angela Lansbury, que acaba de cumplir los 90 años, lo llevó en la reciente reposición de «Un espíritu burlón», de Noel Coward. «Si a nuestra edad tenemos que interpretar papeles importantes, en los que nuestro nombre está por encima del título, tenemos que pedir alguna ayuda si la necesitamos», se justificó la actriz en el New York Times.

Al Pacino recurre a un ordenador, un móvil y los «teleprompter» para recordar el texto de «China Doll»

Pero quien verdaderamente ha sembrado el revuelo entre los teatreros neoyorquinos ha sido Al Pacino, que desde el 21 de octubre interpreta en el Gerald Schoenfeld Theatre neoyorquino las funciones previas de la nueva obra de David Mamet «China Doll» (en España la estrenará en febrero en Sevilla, con el título de «Muñeca de porcelana», José Sacristán). El estreno oficial, que debía haber sido el jueves 19, se ha retrasado hasta el 4 de diciembre, y parece que los problemas del actor con el texto tienen mucho que ver con ello.

Teleprompter

Algún espectador observador, ha dicho el diario británico The Guardian, ha visto también un pinganillo en la oreja de Al Pacino quien, según los testimonios, pasea errante y con evidente incomodidad por el escenario. El actor José María Pou, un apasionado del teatro anglosajón (su tiempo libre lo distribuye entre los patios de butacas de Londres y Nueva York) se hacía eco en su columna semanal en «El periódico» de los rumores que señalan que Pacino cuenta para recordar el texto con la ayuda de un ordenador –que forma parte de la escenografía–, en el que consulta sus frases; un teléfono que emplea su personaje, y dos «teleprompter», situados uno a cada lado del escenario, en la primera caja (el diario The New York Post fue más lejos, y habló de no menos de siete de estos «teleprompters»).

«Ha habido espectadores que se han levantado airados a pedir que se les devuelva el dinero porque lo consideran una tomadura de pelo», cuenta Pou, que espera que, en el caso de Pacino, no sea una muestra de decadencia. «Le admiro mucho como actor –añade–; prefiero pensar que no ha calculado bien el tiempo que iba a necesitar para aprenderse el texto, porque es una obra muy densa y es prácticamente un monólogo».

Apuntador

El apuntador es una figura tradicional en el teatro. Aunque ya está en desuso, todavía existe en la Compañía Nacional de Teatro Clásico (Blanca Paulino), y no hace tanto que también el Centro Dramático Nacional tenía uno (Vicente del Val), aunque ya no ejercen como tal. «Yo debuté en el María Guerrero en 1968, y entonces todavía había apuntador –recuerda Pou–. Ya no estaba en la “concha”, sino en la primera caja del escenario, y simplemente era como medida de seguridad. Había actores que temblaban si no lo veían con el texto en la mano; el apuntador les daba confianza». El director del Teatro Español, Juan Carlos Pérez de la Fuente, refuerza este argumento. «Alberto Closas, por ejemplo, se sentía mucho más seguro si había un apuntador entre cajas, aunque después no le hiciera falta; era algo psicológico».

La figura del apuntador aún se conserva -por ejemplo, en la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, aunque ya no ejerza como tal

En las telenovelas y los espacios dramáticos en televisión el pinganillo es habitual desde hace mucho tiempo. «Amparo Rivelles me contaba –recuerda Pérez de la Fuente– que lo usaba frecuentemente en la etapa en que protagonizó distintas fotonovelas en México. Pero la interpretación en estos casos es mucho más superficial. En el teatro eso es imposible. Necesitas una concentración que el pinganillo impide».

Pou añade dos nombres a los que recuerda haber oído algo semejante: Juan Luis Galiardo y María Luisa Merlo. ¿Y en el teatro español? «Yo no conozco de ningún caso –dice Pou-; sí he escuchado de algún actor y alguna actriz, ya mayores y decadentes, y que mejor no citar por respeto, que lo usaban en sus últimas funciones. Y como recurso de emergencia, en el caso, por ejemplo, de tener que hacer una sustitución rápida y sin tiempo para ensayar, podría tolerarse. Pero solo en un caso puntual. Lo que sí he visto, pero eso son pequeños trucos del oficio, a un actor con una frase en la que siempre se tropezaba apuntada en la mano».

La memoria

Pero más allá de la anécdota, el uso del pinganillo puede revelar un signo de decadencia, especialmente terrible en el caso de los actores: la pérdida de la memoria. Coinciden Pou y Pérez de la Fuente en señalarla como algo vital para un intérprete. «Es absolutamente fundamental para nosotros -asegura Pou-. Si yo la perdiera, no creo que llegara a emplear el pinganillo... Dejaría el teatro, preferiría retirarme».

«Yo he asistido a la decadencia de una gran actriz, que en la última función en que la dirigí era ya incapaz de aprenderse el texto; de hecho, no pudo estrenarla -lamenta Pérez de la Fuente-. Todos nos resistimos a envejecer, y el peor cáncer para un actor es la pérdida de la memoria, porque es una parte fundamental de su vida. Todos le tienen pánico a ese vacío. Pero llega un momento en que un actor debe tomar la decisión de retirarse, por dolorosa que sea. Es durísimo, pero no queda otro remedio»

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