María Terremoto
María Terremoto - ABC

María Terremoto, el flamenco que viene

La hija de Fernando Terremoto se reivindica como la promesa del cante flamenco

SEVILLA Actualizado: Guardar
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En el eco de María Terremoto reviven los sonidos de su estirpe. Con eso hubiera bastado. Una jovencísima cantaora que nos trae la llaga mágica de una familia de trasmisores. Nadie quería más. Por eso todo fue un regalo. Un cardenal de nácar que ha dejado su huella en San Luis.

Apareció en el escenario con la responsabilidad y el nervio de una niña que viene a Sevilla a pregonar una queja milenaria. Un legado que todo aficionado conoce. Pero nada pudo con ella. Apretó en la toná con los fuelles reverberando sangre. Echó la mano alante y, con las tripas en el suelo, derramó una seguirilla para la historia. Una de las letras, interpretada sobre el estilo del Marrurro, fue para la memoria de su padre.

Para el recuerdo imborrable de Fernando Terremoto. Y mientras engullía los ayeos, casi sin pretenderlo, sembró una locura indomable por parte del público. Porque todo en ella es una fatiga que brota desde la cadera y sale a trompicones por la boca. Aparentemente desbocada. Pero con una sabiduría bendecida por sus ancestros. La jerezana viene empapada de un adorno caracolero que le permite masticar el cante desde dentro. Entró «en busca de la flor que amaba» por malagueñas, para rematarla con la rondeña chica y el fandango de Frasquito Yerbabuena. Caminó con soltura sobre la soleá por bulería. Se gustó en las cantiñas y la romera junto al toque de Nono Jero. Y templó los tientos de Mojama con un sollozo impropio en su edad. Pues parece que lleva doscientos años cantándolos, pero apenas habrá alcanzado la mayoría de edad. Algo similar ocurrió en el trueno de sus fandangos. Pero la guinda del pastel la dejó para la bulería del final. Se hizo la luz en los balcones de Sevilla.

Los verdaderos duendes asoman cuando no se les llama. Así apareció María. Sin avisar a nadie. Mostrando el filo de su lingote de oro. Pues esto es un aperitivo de lo que puede llegar a ofrecer. Comentaban unos aficionados en una abacería de San Lorenzo que Fernando Terremoto hubiera ocupado en la actualidad el trono del cante. «Ay, si yo tuviera el mando», anhelaba por malagueñas. Y ahora es su hija la que nos viste de esperanza. Porque ella es el flamenco que viene.

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