Jane Hawking, fotografiada en un hotel de Madrid poco antes de la entrevista
Jane Hawking, fotografiada en un hotel de Madrid poco antes de la entrevista - IGNACIO GIL
Entrevista

Jane Hawking: «Estuve a punto de suicidarme durante mi matrimonio»

La primera mujer de Stephen Hawking narra en un libro de memorias su vida junto al científico, del que se separó en 1991

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Jane Wilde conoció a Stephen Hawking en Cambridge, a principios de los 60. Tras un encuentro fugaz en una fiesta, a través de un amigo común, los jóvenes se hicieron inseparables y en 1965 el noviazgo terminó en boda. Tuvieron tres hijos en común y estuvieron casados hasta 1991. Un largo periplo vital que Jane Hawking comenzó a narrar en «Music to move the stars», las primeras memorias sobre su matrimonio, y ha cerrado con «Hacia el infinito», libro en el que se basa el filme «La teoría del todo» y que Lumen ha publicado en España coincidiendo con el estreno de la película

—¿Por qué se puso a escribir?

—Cuando nos separamos, estaba tan dolida, tan agotada, que no podía hacer nada.

Si me hubiera puesto a escribir entonces, hubiera sido algo rencoroso. Tarde o temprano tendría que escribir algo, porque siendo Stephen tan famoso toda la familia se vería afectada. Sabía que, algún día, alguien investigaría y escribiría algo que podría ser exacto o una invención. Quería escribir la historia definitiva de nuestro matrimonio.

—¿Qué fue lo primero que pensó al conocer a Stephen?

—Me atrajo su sentido del humor y su inteligencia. La primera vez que estuvimos juntos reímos todo el tiempo.

—¿Tuvo alguna duda a la hora de casarse? Porque a Stephen ya le habían diagnosticado.

—No, porque soy optimista. Era muy joven, y la juventud y el optimismo van de la mano. Además, los médicos le habían dado dos años de vida y me dije: bueno, puedo dedicarme a Stephen durante dos años, tengo el resto de mi vida por delante. Además, la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética estaba en su plenitud, y teníamos la sensación de que en cualquier momento podía estallar sobre nuestras cabezas una bomba nuclear y acabar con todo. Decidí que no me importaba.

—El trabajo de Stephen, su talento, ¿cambió su modo de ver la vida?

—Sí, porque me interesé mucho más por la ciencia y me entusiasmé, sin saber mucho, por la física y el estudio del universo. En aquella época, Stephen era tan importante para mí que yo quería saber todo lo que hacía, quería apoyarle, animarle a lograr todo lo que se proponía, a superar su enfermedad.

—¿Cómo es el día a día con la mente más privilegiada del mundo?

—Tenía que prepararle por la mañana, llevarle a su despacho, que estaba muy cerca de nuestra casa, prepararle la comida, luego la cena… Stephen necesitaba tres grandes comidas al día. Cuando tuvimos niños, había fines de semana en los que estaba sentado, en su silla de ruedas, y pasaba un día tras otro sin decir nada; me preocupaba y le preguntaba si le dolía algo, si se sentía mal con los niños o conmigo… Al final, el lunes, sin venir a cuento, sonreía. Resulta que había logrado descifrar un problema de Física.

—Esa es la vida junto a un genio.

—Sí, exacto. Los genios son así. No prestan atención a nada más, sólo a la idea que les ronda la cabeza.

—¿Le cambió la fama?

—Mucho, sobre todo con el paso de los años, con la publicación de «Breve historia del tiempo». Tuvimos que emplear a mucha gente en casa porque Stephen necesitaba muchos cuidados. En ese momento, tanto los niños como yo nos sentimos arrinconados, desplazados. Él se convirtió en el centro de todo. Su carácter cambió mucho debido a la influencia de ciertas personas que estaban en casa… Es decir, por su enfermedad y lo que había sufrido.

—¿Por qué acabó su matrimonio?

—Sencillamente se fue sin decir palabra con una de sus cuidadoras (Elaine Mason, de la que se separó en 2006, tras una acusación de malos tratos).

—¿Y qué sintió en aquel momento, después de haberlo dado todo por él?

—Francamente, estaba tan agotada, tan rendida, que no tenía sentido mi vida.

—Sin embargo, con el tiempo ha logrado perdonar.

—Uno siempre tiene que perdonar a Stephen, porque sufre tanto… Hubo ciertas cosas que fueron una falta de consideración hacia mí, pero me dije: Yo lo tengo todo y él no tiene nada, no puede moverse, no puede hablar, le resulta difícil comer… No tengo derecho a quejarme. Siempre era así, y continúa siéndolo, porque todavía me queda el sentimiento de deber hacia él, de tener que estar allí para protegerle, para asegurarme de que todo está bien.

—¿Qué piensa Stephen del libro?

—No lo sé, no lo ha leído, pero ha visto la película y le ha gustado mucho. Ahora es mucho más amable conmigo y con mi marido, porque se ha dado cuenta de lo que intentamos hacer por él.

—¿Y a usted le ha gustado el filme?

—Sí, muchísimo. Es un privilegio que haya una película de nuestra vida juntos. Creo que Stephen también piensa así. Tengo mis quejas, porque han camuflado caracteres, han condensado el tiempo, han cambiado acontecimientos… Pero aún así es una maravilla.

—Después de leer el libro, es imposible no sentirse orgullosa de usted. Todo lo que luchó por su vida...

—Te encuentras en una situación y lo haces lo mejor posible. Tenía muchísima responsabilidad, con Stephen y mis hijos. A veces me sentí reducida hasta tal punto que consideré suicidarme.

—¿Durante su matrimonio?

—Sí. La vida era tan dura… pero seguí adelante. Si no llega a ser por Jonathan (Hellyer Jones, su segundo marido) me hubiera suicidado. Apareció en mi vida en un momento en que no podía más.

—Teniendo en cuenta cómo le conoce, ¿cómo cree que le gustaría ser recordado a Stephen Hawking?

—Como el científico más importante desde Einstein, sin duda.

Ver los comentarios