La escritora ecuatoguineana Trifonia Melibea Obono, en Madrid
La escritora ecuatoguineana Trifonia Melibea Obono, en Madrid - IGNACIO GIL
ENTREVISTA

Trifonia Melibea Obono: «En España me llaman "la negra", en Guinea Ecuatorial "la españolita"»

Autora de novelas como «La bastarda», dice que proclamarse homosexual en la antigua colonia española supone que te expulsen de la familia

MADRID Actualizado: Guardar
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Nos refugiamos del frío de Madrid, pese al calor multicultural de Cuatro Caminos, en una ruidosa cafetería: Nebraska. Trifonia Melibea Obono (Afaetom, Evineyong, Guinea Ecuatorial, 1982) es periodista y politóloga. Ha sido incluida en «Voces femeninas de Guinea Ecuatorial. Una antología» (Remei Sipi), y es autora de las novelas «Herencia de bindendee» (Ediciones En Auge) y « La bastarda» (Flores Raras), ambas publicadas este año.

A caballo entre su natal Guinea, Salamanca y Madrid, es una de las voces más vanguardistas y valientes de la literatura que escriben los autores nacidos en la antigua colonia española en África negra. Licenciada en Ciencias Políticas y Periodismo por la Universidad de Murcia, es docente en la Facultad de Letras y Ciencias Sociales de Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial desde 2013.

También forma parte del equipo del Centro de Estudios Afro-Hispánicos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

¿Es decir que el amor, la elección personal, la libertad individual, no juega todavía un papel importante?

Puede coincidir, que haya coincidencia. Leí un artículo en el que se contaba cómo el colonizador logra que el fang salga del interior para irse a Malabo a hacer café, a través de promesas como vas a ganar dinero, con el dinero vas a pagar la dote... Es decir, la comercialización de la mujer en Guinea es una cuestión institucional dentro de la etnia fang. Pero el problema es que no lo reconocen, no lo dicen con ese nombre. Le ponen un nombre bonito. Los matrimonios en la etnia fang son de tribu a tribu. El representante de la tribu es el hermano o el padre. De tal forma que yo puedo querer a Juan, pero si mi padre no coge la dote no hay matrimonio, y ¿quién tiene interés en el matrimonio? ¿Mi padre o yo? Esas son las preguntas que podrían hacerse cuando se haga una ley sobre el matrimonio consuetudinario en Guinea. A ver ¿quién se casa aquí? ¿La chica y el chico? ¿La tribu? ¿Cuántos intereses hay en los hombres de la tribu? ¿Quién quiere qué? Hay demasiada gente con demasiados intereses. Mi prima pide el ordenador. Antes se pedían otras cosas, como el machete afilado. Lo que han cambiado son las formas de consumo. Del pescado ahumado ahora hemos pasado a al caja de chicharros. Antes se decía: «el hombre que más pesca en la zona es el que tiene a todas». Ahora es el ministro que tiene dinero, o el opositor rico. Para que resolvamos eso antes tenemos que reconocer que es una cosa nuestra, no de los blancos. Si se lo atribuimos a los blancos nunca vamos a cambiar.

¿De qué trata la tesis en la que está trabajando?

Sobre el matrimonio consuetudinario. Estoy estudiando políticas. Lo que me interesan son las relaciones de poder. Al final todo desemboca en la persona.

En la novela se habla a menudo de las personas mayores, de su opinión, de su versión de las cosas. ¿En qué medida la apelación a los mayores, a la tradición, no es tanto un respeto a su sabiduría como una preservación del estado de las cosas, del pensamiento mágico, de la brujería?

Son las dos cosas. ¿Qué es lo que propicia en muchas sociedades el cambio? La meritocracia. Un anciano puede ser muchas veces un tonto, y se le escuchar porque es mayor. Hay un excesivo respeto a las personas mayores que muchas veces es inmerecido. Eso es mitología. Sería bueno, como dice Platón, que pasáramos de los mitos a la razón. La jerarquía está demasiado arraigada. Hay que cambiar ese orden de alguna manera.

¿Sigue pesando mucho el animismo y la brujería?

No tanto que exista o no, sino que la gente crea que exista. Cuando la gente me dice: «hay que creer en algo», yo respondo: «vale». Pero no encuentro ninguna razón entre ser brujo y ser presidente. El problema es que mucha gente cree que la brujería existe, y que puedes cruzarte de brazos que ya aparecerá un curandero que te va a salvar la vida.

Pensamiento mágico.

Y eso retrasa toda una sociedad.

Para huir de la presión social, de la tradición, ¿sólo le queda el bosque a Okomo y a sus amigas? ¿O huir al extranjero, a otro bosque llamado España?

El bosque en «La bastarda» representa libertad. Una sociedad tolerante, que es necesaria. El bosque representaba tranquilidad, un lugar al que podías ir a pensar. En la novela el bosque representa esa necesidad de crear una sociedad tolerante, en la que no haya lugar a la homofobia y el racismo y en el que haya lugar para la meritocracia, que no haya luchas por causa de la religión o la etnia. El bosque representa eso, no salir al extranjero. Una forma de decir que los roles establecidos por la cultura hacen mucho daño.

¿Qué es la Casa de la Palabra y qué papel sigue jugando en la sociedad guineana

La Casa de la Palabra era antiguamente un espacio bien establecido. Ahora está en la mente. Porque buena parte de la gente ha abandonado los pueblos y se ha ido a vivir a la ciudad, pero tienen la casa de la palabra dentro de su cabeza, y sigue significando mucho. Y muchos de los problemas se siguen resolviendo a través de ese pasado ancestral.

Es un concepto muy poético, Casa de la Palabra, pero por otra parte es la plasmación de la tradición. Son los viejos quienes deciden.

Claro, y para las mujeres la perdición. La exclusión, porque es un lugar al que van los hombres a hablar de los problemas de los hombres. Ellos se sienten iguales entre ellos, nosotros somos las cosas.

La última parte de «La bastarda» es un camino de búsqueda personal y biográfico, genealógico. Para ello recorre físicamente una parte del país, hacia la frontera con Gabón: Akonibe, Micoomibee, Engongom, Asok-Abia, Alum y Ebian. ¿Tienen algún significado los nombres de estos pueblos?

Aquí hago una referencia, aunque no del todo, a lugares que limitan con Gabón y Camerún. Esas poblaciones tienen mucho contacto con las naciones de al lado, y hay ahí una doble identidad que se está configurando. Como están entre Gabón y Guinea y entre Camerún y Guinea se establecen nuevos lazos, de una manera que podemos plantearnos si se están creando las bases para otro tipo de identidad nacional, o una parte de nuestra identidad, de nuestra población, que nos están quitando. La niña se va a Gabón y ve que hay más luz, que hay más cosas, y quizás la luz que ve allí no es más que otra forma de vida.

¿Tendría sentido recorrer Guinea Ecuatorial en busca de una verdad íntima, política y literaria?

La verdad que sí.

¿Lo ha hecho alguien, sobre todo un escritor del país?

Se puede hacer, pero los escritores guineanos son muy pobres para poder hacerlo. Hay escritores que lo han hecho sobre muchos lugares, como Juan Tomás, que ha escrito sobre Mbini, sobre Annobón, sobre Malabo... Sobre lugares concretos. Es de lo más representativo que hay a nivel literario en Guinea.

¿Qué falta por hacer en la literatura ecuatoguineana

Todo.

¿Pero hay algunas novelas, teatro, poemas...?

Pero necesitamos más para hacer más. Porque la literatura es vida, la literatura te cuenta la vida de una nación sin necesidad de irte a esa nación. El día que se pueda leer literatura guineana y conocer Guinea sin necesidad de ir a Guinea tendremos una gran literatura. Ahora siguen siendo experimentos de algún que otro pringao ahí suelto.

¿Hay otras expresiones literarias valiosas al margen de las que emplean el español en lenguas guineanas?

Sí, pero muchas veces cuando hablo español hay cosas que no puedo decir en fang, y otras que puedo decir en fang pero no puedo decir en español. Tengo ahí un buen lío de lenguas.

¿Cuáles son sus ancestros literarios, sus influencias, sus referentes?

El libro que me llegó al alma cuando lo leí por primera vez, y porque me obligaron, fue «La fiesta del chivo». Lo cogí, empecé a leerlo, y no podía parar. Era como leer África. Y luego «Teoría de King Kong», de Virginia Despentes, una feminista francesa. Empieza así: «Escribo para las feas, para las gordas, para las negras...».

¿Y ahí le enganchó?

Sí, fue como leer mi vida, como leer la vida de mi madre, de la Guinea hispanocatólica, que sigue vigente. Luego, cuando leí “Ekomo”, de María Nsué, al principio no entendí la obra. Cuando volví a leerla fue como leer a las mujeres fang. Es la narración de la vida de una mujer fang. Y a Juan Tomás le adoro. La obra que me ha queda más adentro es “Arde el monte”, que cuenta las carencias de la vida en Annobón. La leí de una sentada en tres horas.

¿Se pueden conseguir sus libros en Guinea Ecuatorial?

Sí, si los encuentras sí.

¿Pero hay librerías?

Había una.

¿En Bata?

En Bata hay una que está bajo el amparo de la Cooperación Española.

¿Y en la capital, en Malabo?

Había una, pero está cerrada, no sé si por obras o por falta de rentabilidad económica.

¿Cuál fue el mejor legado de la colonización española en Guinea Ecuatorial?

El castellano.

¿Y lo peor?

El catolicismo.

¿Hay bibliotecas en Guinea Ecuatorial?

Sí, hay una, nacional, en Malabo, y los centros educativos tienen sus pequeñas bibliotecas.

¿Qué supone escribir en Guinea Ecuatorial hoy? ¿Y ser escritora?

«Mis personajes son los que me gustaría que fuese la vida de una mujer fang. Escribo para vivir»

Supone, «hola, leí tu libro, eh...». No, leí tu libro, no. «Hola, te vi en la tele. ¿Has sacado un libro, no?». Sí. «¿Me regalas uno?». «Hola. ¿Eres Melibea, no? ¡Qué libros escribes, por favor! Tú no sabes nada de la etnia fang. Eres una niña que se fue a España a aprender tres tonterías y que cree que puede comerse el mundo». «Hola, Melibea, ¿qué tal? ¿Escribes, no? ¿Para qué si con eso no come? Estás perdiendo el tiempo». Pero para la propia escritora, para mí, escribir es vivir. Cuando escribo, no me puede decir mi madre: eso no lo puede pensar ninguna mujer. No me puede decir ningún cura: arrodíllate, que eres una mujer. No me puede decir un maestro en el colegio: no hagas eso porque no lo hacen las chicas. No me juzga nadie, estoy sola con mis personajes. Puedo imaginarme una vida sin ser mujer fang. Mis personajes son lo que me gustaría que fuese la vida de una mujer fang. Escribo para vivir, pero no para vivir económicamente, sino para tener una vida digna.

¿Sigue teniendo importancia la literatura oral?

Sí, es la que más ahí. El boca a boca funciona.

¿Qué sabemos en España de Guinea?

Poco. Bueno, no quiero exagerar: nada.

¿Se puede esperar que algún día llegue la democracia a Guinea Ecuatorial?

Ehhhh... (Se ríe). El problema de la democracia en Guinea tiene más que ver con la cultura política que con personas concretas. Tenemos una herencia bantú, y una herencia franquista que han creado una cultura política de aquí tengo silla y aquí me quedo. Te das cuenta de que una persona llega al poder y se sienta. Llega a la secretaría de un partido político y allí se queda eternamente. Llega a un organismo de cualquier tipo, y allí está. El problema de Guinea no es Obiang, porque ahí ves partidos políticos donde el secretario general desde hace 25 años es el mismo. Y no es Obiang. La corrupción sobrevive no tanto porque sea buena como porque todo el mundo tiene planes sobre la persona que llega al poder. Es lo que pasa en Guinea. Cuando llega un ministro y tiene planes para cambiar la cosas y en la calle le preguntan: «tú eres ministro, ¿y tu chalet?». Esperan que haga eso. Son las expectativas de la gente. No es solo la élite política, sino que la propia sociedad también está exigiendo su parte, y esperan que se aprovechen de su cargo. Hay una cultura política bastante franquista, bastante bantú, bastante de África subsahariana, y no sé si estoy generalizando demasiado.

¿Quién es Trifonia Melibea Obono?

Una chica normal (se ríe), con sus catarros cada vez que viene a España y se pone malísima (y sigue riendo).

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