Eugenio Trías, en el recuerdo

En el quinto aniversario del fallecimiento del filósofo, premio Mariano de Cavia, un volumen recoge una selección de sus artículos en prensa, junto con un puñado de textos de homenaje

El filósofo Eugenio Trías IGNACIO GIL
Inés Martín Rodrigo

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La máxima vital de Eugenio Trías (1942-2013) encerraba, en realidad, la esencia misma de la filosofía: «Gocemos de lo que hay, sin deplorar lo que no hay». Más allá de la finitud material. Por encima del dolor y el tormento. Una apelación al disfrute del momento, con el anhelo de una continuación. El hombre como «límite del mundo», según la concepción de Wittgenstein , llevado hasta sus últimas y coherentes consecuencias. Incluso cuando la muerte, ese «espacio en blanco» que «media entre dos aforismos..., mutación hacia una nueva, o renovada, forma de ser y de existir», se aproximaba, Trías seguía fiel a sí mismo; a su vida, y a su filosofía , que en él eran una misma cosa.

No es extraño, por tanto, que en aquellos días el filósofo anduviera tejiendo en su mente un nuevo proyecto, que tenía pensado titular «La funesta manía de pensar». En aquella obra pretendía recoger algunos de los textos que había publicado en la prensa . Pero le quedó pendiente. El tiempo, ya saben, casi nunca concuerda con lo que uno espera de su propia vida. Afortunadamente, el legado de los sabios como Trías se impone a la dictadura del existir. Para ellos, no hay punto final. Viven en nosotros, y nosotros a través de ellos.

Legado

Y la prueba es que, gracias a la labor de la viuda del filósofo, Elena Rojas, y a su hijo, David , cinco años después de su muerte (un día tal que hoy) nos reencontramos en librerías con aquel proyecto que Trías no pudo terminar. La obra, publicada por Galaxia Gutenberg en edición al cuidado de Francesc Arroyo, reúne una selección de artículos , nunca antes recogidos en un libro, escritos entre 2001 y 2013 y muchos de ellos publicados en este suplemento cultural y en ABC.

Reflexiones sobre cine –por supuesto–, religión, música, arte, política –qué tristemente actual y peligrosamente imperecedero se lee el texto titulado «Anarquía y reinos de taifas»: «En Cataluña se tiene que sufrir una y otra vez esa ecuación intelectualmente tan indigente: todo aquel que osa decir que Cataluña forma parte de la nación española es inmediatamente tildado de derechista (y hasta de fascista y criptofranquista)»–, filosofía... Y la muerte, presente siempre al final, también en este libro bajo el título de «El gran viaje» –como Trías prefiere entenderla, «por mucho que nos esté vedado conocer el paisaje que tras ese tránsito se nos descubre»–, Tercera por la que ganó el premio Mariano de Cavia de este periódico en 2009.

Un compendio, concebido en forma de homenaje , que se completa con una relación de textos escritos para la ocasión por personalidades del mundo de la cultura, el periodismo... amigos, en definitiva, de quien tuvo una personalidad infinita. El objetivo era lograr una «semblanza personal, literaria y filosófica» de Trías a través de quienes más le conocieron, en su trabajo y en su vida. «Para acotar –explican su viuda y su hijo–, y por seguir un criterio definido, optamos por solicitar textos a las personas nacidas diez años antes y diez años después de 1942, ya que Eugenio nació el 31 de agosto de ese año».

Así, el volumen, titulado «Sobre Eugenio Trías» y compuesto por 40+I artículos, se inicia con el filósofo Eustaquio Barjau, nacido en 1932, y se cierra con la crítica e historiadora del arte Victoria Combalia, de 1952. Entre medias, Román Gubern, Gonzalo Suárez, Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Javier Sádaba, Victoria Camps, Félix de Azúa, Cristina Fernández Cubas, Fernando Savater, Rafael Argullol o Gabriel Albiac , por mencionar sólo a algunos.

Armonía y amistad

Este último asegura que la obra de Trías «tiene la bella armonía de los grandes teoremas matemáticos. O de las sinfonías». Y a eso justo parece que asistimos, a una hermosa y concordante armonía, al leer los testimonios de quienes tuvieron la suerte de vivirle. Gonzalo Suárez evoca cómo «tras la apariencia adusta del filósofo, conservaba la inocencia y el estupor de la infancia y su risa era siempre lúcida y contagiosa». Beatriz de Moura recuerda la última vez que coincidieron, durante una boda en Valldemosa (Mallorca); ya al final del festejo, él la cogió del brazo y la preguntó: «Prométeme que recordarás de vez en cuando estos recreos nuestros». «Sí, Eugenio, los recuerdo y sigo añorándolos», confiesa la editora.

Victoria Camps apela a la necesidad de su presencia en estos «tiempos convulsos que nos está tocando vivir. Tiempos en los que nos haría falta la lucidez de Eugenio Trías para entablar un diálogo entre la razón y sus sombras». Félix de Azúa rememora su estrecha amistad y confiesa que se la hace «imposible decirle adiós»: «Fue uno de los más grandes talentos de la España del siglo XX y un amigo de gran corazón sobre quien, ahora, me resulta casi imposible escribir porque es admitir lo inadmisible, es decir, que Eugenio ya no aparecerá en una de nuestras reuniones mordiéndose el bigote y con una risita irónica como escudo protector». Fernando Savater explica que a ambos les gustaba «la literatura como inspiración de pensamiento» y que detestaban «al unísono la dictadura y sobre todo pretendíamos vivir sin tornarnos mortecinos por culpa de la erudición o el compromiso político».

Y su hijo, David Trías , en un hermoso cierre que intenta paliar el duelo que nunca termina, confiesa que lo daría todo por un solo momento más con él; aunque tuvieran que hablar del Barça .

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