El dramaturgo Antonio Rojano
El dramaturgo Antonio Rojano - Óscar del Pozo
TEATRO

Antonio Rojano: «Frente al sufrimiento, la ficción nos salva»

Sube a las tablas del madrileño Teatro Español la última pieza de Antonio Rojano, «Furiosa Escandinavia», en un montaje dirigido por Víctor Velasco. Con Proust al fondo, nos propone un viaje interior a los recuerdos y olvidos del desamor

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El Teatro Español de Madrid ha retomado la buena costumbre de llevar a escena los títulos galardonados con el Premio Lope de Vega, la más veterana de las distinciones teatrales españolas. El del pasado año recayó en «Furiosa Escandinavia», de Antonio Rojano (Córdoba, 1982), cuyo texto se publicará próximamente en la editorial Antígona. Ahora acaba de estrenarse en el coliseo madrileño -donde podrá verse hasta el 16 de abril- como primera producción propia de la temporada, en un montaje de Víctor Velasco, que repite tándem escénico con el dramaturgo andaluz, de quien antes ya había dirigido las piezas «Ascensión y caída de Mónica Seles» y «»DioS K.

«Furiosa Escandinavia», interpretada por Francesco Carril, Sandra Arpa, David Fernández, «Fabu», e Irene Ruiz, nos sumerge, a través de dos parejas del aquí y ahora, en una historia que aborda diferentes maneras de enfrentarse al fracaso amoroso.

Y, entre bambalinas, Marcel Proust y su célebre ciclo narrativo «En busca del tiempo perdido».

¿Aparece en su pieza la famosa magdalena?

Lo que propongo es un juego de opuestos con Proust. A dos de los personajes les ha abandonado su pareja, y arrostran mediante los dos modos más posibles esa estresante situación. Uno opta por el olvido, por pensar que no ha pasado nada. Para ello tiene la ayuda de un médico que le da una pastilla que permite, a gusto del consumidor, borrar hechos traumáticos de nuestra vida. Así que esa pastilla funcionaría a la inversa que la magdalena. El otro personaje elige la obsesión hacia el amor ausente, encarar la pérdida a través de la fantasía, la imaginación, la ficción.

¿Vuelve, pues, a la relación y límites entre la ficción y la realidad, conflicto que tanto le interesa?

En efecto. De ahí que, aunque «Furiosa Escandinavia» destile pesimismo -sus protagonistas pertenecen a una generación que vive en la incertidumbre y ve negro el futuro-, y nos sitúe en un panorama de vacío existencial, hay un rayo de luz que es saber que frente al sufrimiento la ficción nos salva, que encierra un inmenso poder de redención. En este sentido, la obra es una alegato a favor de la ficción, que es la que muchas veces posibilita que sigamos adelante.

«Es mi obra más personal, más arriesgada. Pongo el foco en los sentimientos, en experiencias que me han relatado y en las mías propias»

¿Recurre también a la indagación estética, al trasvase entre el lenguaje narrativo y el teatral?

Siempre pienso en lo que gritaba Tréplev en «La gaviota», de Chéjov, en cuanto a que se necesitan nuevas formas acorde con su época. El desafío de los autores contemporáneos es encontrar esas novedosas maneras de contar historias.

¿Hay algo que caracterice especialmente «Furiosa Escandinavia» respecto a su producción anterior?

Es mi obra más personal, más arriesgada. Pongo el foco en los sentimientos, en experiencias que me han relatado y en las mías propias. Hay cuestiones autobiográficas, algunas que he querido incluir y otras que se me han colado sin pretenderlo. Voy a tumba abierta. He mirado hacia dentro, y me gustaría sugerir a los espectadores que hagan lo mismo. Y también quizá sea mi pieza más lírica, con momentos muy poéticos.

En su pieza «Fair Play» había una indagación de las relaciones de poder. ¿También existe en «Furiosa Escandinavia»?

Sí, aunque de un modo mucho más sutil. En «Fair Play» se trataba sobre todo de una cuestión laboral. En «Furiosa Escandinavia» esas relaciones de poder, de intento de dominio de unos sobre otros, se producen en el ámbito de lo íntimo. En cómo chocamos con el otro, con la pareja, y en cómo queremos imponer nuestro criterio, se dan luchas de poder, más o menos directas o solapadas. A veces, por ejemplo, decimos: «Te concedo esto pero a cambio de algo».

Ha conseguido becas, premios, estrenar muchas de sus obras. Pero ¿cómo ve el panorama teatral y, sobre todo, el de la dramaturgia joven?

La situación es difícil, y, evidentemente, la crisis ha golpeado con fuerza al teatro. Y para la dramaturgia joven es más complicado. No es fácil darse a conocer. En este sentido, creo que los premios desempeñan un papel fundamental. Hay mucha creatividad y ganas, y no solo en los jóvenes, sino en todas las generaciones. El ideal es que haya una convivencia de voces. Yo me siento muy afortunado. Pienso que, no obstante, la clave reside en la perseverancia, en confiar en tu trabajo, en no darte nunca por vencido.

Usted estudió Periodismo, pero lo cambió por el teatro...

Estudié Periodismo, pero no terminé la carrera. Tuve una profesora maravillosa de Literatura Española, y una parte de la asignatura era leer obras de teatro de autores contemporáneos. A mí siempre me había gustado leer teatro, pero fue un deslumbramiento encontrarme con autores como Fernando Arrabal, Sastre, Alonso de Santos... El teatro español contemporáneo me apasionó. Me sumergí en una voragine de lecturas y un día decidí que era mi camino escribirlo, descubrí el placer y el reto de escribir teatro. Y hasta ahora.

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