Una lección de obligado aprendizaje

En Benalup, el sueño de un empresario belga, alimentado por algún que otro político con ganas de contentar a su pueblo, construyó un proyecto hotelero imposible cuya factura nunca tuvo una lectura futura. El plan de riesgos, viabilidad y estudio de mercado que antecede a cualquier obra, decía que en la localidad de la Janda, recordada por un episodio histórico pero no por ser un foco turístico de primer orden, iban a llegar miles de viajeros extranjeros al año, dispuestos a dejarse el dinero en un complejo cinco estrellas. La razón, que es tozuda, ha dejado en la ruina al inversor belga y en las puertas del SAE a la plantilla de trabajadores. A los políticos que aplaudieron y jalearon esta inversión, no les ha ocurrido nada. Nunca les pasa nada cuando se trata de errar en la gestión.

La experiencia del Fair Play Golf Hotel debe al menos servirnos de escarmiento para no volver a tomar ese camino si alguna vez la crisis nos deja remontar el vuelo. Las burbujas siempre terminan estallando y los rendimientos económicos, cuando se quieren multiplicar en tiempo récord, a la larga sólo se escucha un profundo 'crack'.

Los proyectos hoteleros vinculados a pelotazos urbanísticos, a ideas imposibles son como las infraestructuras faraónicas que en otras provincias miran con vergüenza: llámese el aeropuerto de Castellón o Ciudad Real o las autopistas radiales de Madrid, cuyo rescate se está anunciando. La diferencia obvia entre ambos es que en Benalup no hubo inversión de dinero público y en los segundos, el despilfarro del dinero de los contribuyentes ha sido sangrante.

Ahora bien, aunque no medio dinero público, el proyecto hotelero de Benalup se cimentó sobre unas perspectivas irreales de futuro, que no tuvieron en cuenta que la tormenta puede arreciar en cualquier momento.