Sociedad

«El concierto del Falla es el más importante que voy a dar»

Javier Ruibal vuelve al Gran Teatro para presentar su último trabajo, 'Quédate conmigo', un disco «fresco y positivo» que ha supuesto un «lifting» musical

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Dentro de unos días cruzará el océano para ofrecer varios conciertos en el Festival Iberoamericano de las Artes en Costa Rica, pero antes, mañana mismo, se enfrenta a la cita «más importante» de la gira presentación de 'Quédate conmigo', su último, fresco y valiente trabajo discográfico.

-¿Es un tópico lo de que el Falla impone?

-No es ningún tópico, impone en un sentido positivo, tiene una sobreexcitación. Para mí es el concierto más importante que voy a hacer de este disco porque lo hago ante mi gente. Entre otras cosas porque son ellos quienes te conocen mejor y te sienten como parte de ellos mismos, los demás te adoptan, los tuyos son los tuyos. La ceremonia es en el Falla, eso es bonito e interesante. En presencia de quienes son más próximos a ti sientes más vértigo, estás haciendo tu trabajo pero también estas devolviendo un afecto que recibes a cambio de hacer canciones.

-El reencuentro si cabe es más especial, habida cuenta de que han sido ocho años sin grabar un disco de canciones nuevas. ¿Por qué esa larga espera?

-Porque no sólo se está componiendo y grabando, de pronto estás girando en unos cuantos países. También tiene que ver otras circunstancias personales, que hacen que uno esté más lento o se piense mejor, porque desde luego en este disco hay bastante novedades con respecto a los anteriores, tiene sugerencias nuevas y para llegar a eso hay que tomarse un tiempo y saber aguardar. No es cuestión de sentarse y poner cuarto acordes y ya está. Yo no funciono así, el que va a manotazos con la música por supuesto produce mucho, pero resulta una música muy párvula. Para hacer una música algo más sofisticada, con propuestas que tengan un peso específico, que poética y musicalmente signifiquen algo hay que esforzarse, hay que estar pendiente de no hacer banalidades. Si de verdad amas la música tienes que respetarla y procurar no aprovecharte de ella sólo para sacar dinero, sino también para devolverle el privilegio que te da.

-¿El sentido de la responsabilidad es lo que le ha llevado a auto producir el disco?

-Son varios factores, primero porque está bien que uno tenga su independencia a la hora de decidir, aunque a mí nunca me han forzado a cantar ni a grabar nada, he ido haciendo lo que yo quería. Pero está bien eso de hacer una compañía propia, un estudio propio, una producción independiente, hecha con todo el cariño que implica que la hagan los músicos de Glazz. Y por otro lado, están las condiciones del mercado. El exceso de comercialización crea una comercialidad que implica que haya una cantidad de productos de uso inmediato sin pretensiones de permanecer, que ocupan un 98'9% de la audiencia. En medio de todo ese ruido, tienen que sacar cabeza quienes estén haciendo la música en condiciones, por ejemplo los flamencos. Casi todos los artistas con esa responsabilidad lo están haciendo así.

- 'Quédate conmigo' invita a emprender un viaje en compañía...

-Mi música es muy viajera, en el sentido de que todas las composiciones están concebidas como un encuentro de músicas, con el flamenco al centro y las influencias con las que crecí. Al mismo tiempo, como dice Drexler, «no hay nada como tu amor como medio de transporte». Las canciones tienen esa cualidad también y yo lo practico con bastante insistencia. La música como viaje a mí siempre me ha gustado mucho hasta el punto en que yo sabía que el estuche de la guitarra tiene forma de maleta, sé que si me agarro a esto me va a llevar a muchos sitios.

-¿A dónde le ha llevado esta vez?

-He confiado en la producción de Javi Ruibal y en los arreglos de José Recacha. He grabado mi guitarra y mi voz y les he dejado hacer. Y la verdad es que salvo un par de cosas que me parecía que había que retocar, el resto está como ellos lo han concebido. Me he entregado a sus manos porque tienen una pujanza propia de la edad. He quedado muy gratamente sorprendido. Es como si me hubiera hecho un lifting musical, el disco es muy fresco y positivo.

-Siempre se ha mostrado muy orgulloso de los jóvenes valores, ¿quién ha aprendido más gracias a Casa Ruibal?

-No lo hicimos con estrategias de ningún tipo ni para enseñar a mis chiquillos. Era un poco mostrar lo que pasa en las casas donde varios miembros practican el arte. Cada uno va conformando sus deseos y de pronto nuestras tres disciplinas pueden interactuar. Era por hacer que el público entrara en nuestro recinto privado y viera cómo esas personas se han ido haciendo artistas. En ningún momento se les ha llevado a marcha martillo hacia el arte, cada uno lo decidió en su momento. Mis hijos son muy formales, andan en la misma línea filosófica con respecto al arte en lo de devolverle lo que nos da, sin trampas, sin buscar el éxito por el éxito.

-El disco lleva a Nueva Delhi que de pronto regresa a la Viña o redescubre el cine Macario, ¿cómo surge ese matrimonio entre la tierra propia y las más lejanas?

-Las músicas van pidiendo su discurso o un poema su música. Forman parte de lo que uno considera magia, aunque todo tenga su matemática. En cuanto a la voluntad de estar cerca y mirar lejos, si te gusta leer llega un momento en que desarrollas una necesidad de contar lo que está a tu lado y lo universalizas y también de contar aquello que está lejos y hacerlo local, de manera que alguien que está aquí se pueda identificar con ese niño de Nueva Delhi que sueña con ser artista de Bollywood, que alguien se pueda conmover con eso es precioso. Para mí el hecho de hablar de los sitios más cercanos me viene o lo descubrí gracias a la amistad con Quiñones, Caballero Bonald y Felipe Benítez, ellos hablan de lo inmediato y lo universalizan. Hay un juego muy excitante y bonito en ello.

-¿Ha pensado alguna vez en mudarse a alguno de los muchos lugares que ha visitado ya que la situación aquí es tan precaria?

-El hecho de vivir al margen del cotarro tiene un cierto peso, pero más bien en la cuestión de la vanidad más que en otra cosa. Porque en realidad lo único que uno quiere es medirse con uno mismo y que lo que haga esté mejor hecho que lo anterior y para hacer eso el sitio ideal para vivir es donde vives. Yo tengo colmada la enfermedad de estos tiempos, que es el ver mundo, gracias a mi profesión.

-Se recurre en muchas ocasiones a la supuesta desidia de los gaditanos...

-El problema de Cádiz ciudad es que siempre ha estado subvencionada estatalmente porque no tiene recursos más que unas playas maravillosas y un puerto marítimo comercial. Si tuviéramos una oligarquía más pujante y competitiva, si se quiere más codiciosa de lo que es, habría otra productividad. Aquí tenemos una oligarquía muy inmovilista, le va más la tontería que es lo que nos pierde. Sin embargo, hay otra cosa que están muy bien, que es nuestro temple, el modo de entender nuestra convivencia, es más festiva, amable y dulce y eso sirve de contrapeso.

-Da la sensación de que el gremio artístico está muy dividido, que así no se puede salir de la crisis...

-El artista tiende al monte, para estar en el arte hay que vivir en una fábula personal, un pequeño enloquecimiento que hace que no se esté mucho con los demás, y cuando se está es para celebrar y poco más. No se si la situación va a hacer que nos unamos, lo que sí estoy convencido es de que hace falta un sindicato artístico para reivindicar puras mejoras laborales.

-Si la canción de autor va con los tiempos, ¿qué tono impone la situación actual?

-Nunca he sido partidario de que la canción sea una mera reclamación, si es así no se está siendo leal con el arte. Espero y deseo que no se caiga en el panfleto, sino que también se haga arte y bueno. La belleza me parece importante, las ideas muy ocurrentes carentes de belleza no me sirven.