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Y el séptimo día...

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En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. Y dijo Dios: sea la luz, y fue la luz. Y separó la luz de las tinieblas. A la luz la llamó día y a las tinieblas noche. Y separó las aguas de la tierra. Y creó las plantas y los animales. Por último creo al hombre a su imagen y semejanza para que reinara sobre toda la creación. Y el séptimo día. en vez de descansar como estaba previsto, y en un alarde de mitigar el sufrimiento de lo que se nos venía encima, Dios creó el fútbol.

Ni la religión, ni la política, ni los independentismo, ni la familia, ni la amistad, ni siquiera el amor en su grado más superlativo concitan tanto apego como los colores de un equipo. Uno puede renunciar a sus ideales políticos, hacer apostasía de sus creencias, repudiar a su familia, incluso renegar de su sangre, pero lo que son los colores, esos son para siempre. Es una fuerza extraña que te atrae sin remedio.

De eso, de esa fidelidad irracional se valen los clubes, las federaciones, las cadenas de televisión, las productoras y todo ese mundo de frenesís que rodea al fútbol.

En una situación económica caótica, con los derechos fundamentales en retirada, el mundo del fútbol está que se sale. Las sociedades anónimas deportivas parecen estar al margen de la realidad, a sabiendas de que por presión social el Estado terminará respaldando sus descalabros económicos. A pesar de que sus deudas con Hacienda y Seguridad Social son multimillonarias, en un alarde de petulancia y engreimiento siguen fichando a jugadores a precios que deberían estar prohibidos. La historia nos recuerda que ciudades enteras se movilizaron para evitar que sus equipos descendieran por deudas millonarias, y en cambio no fueron capaces de alzar la voz para reclamar derechos que les fueron arrebatados. Si existen ciudadanos a los que se les embarga la nómina por una deuda con hacienda, si hay pequeños empresarios a los que se les bloquean las cuentas por impagos a la Seguridad Social, si cualquier deuda con las administraciones públicas nos persigue de por vida ¿Cómo es que estos clubes pueden seguir gastando a manos llenas el dinero que no tienen? En el caso del presunto fraude fiscal en el fichaje de Neymar, que seguro que no es el único de los realizados por los equipos punteros, el mismísimo secretario de Estado para el Deporte se posiciona anteponiéndose a cualquier actuación judicial. ¡Ojalá todos tuviésemos tan buenos valedores!