hoja roja

Cambiar el chip

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El pesimismo es un virus contagioso, altamente contagioso. Y lo peor que tiene es que padecerlo no garantiza la inmunidad ante la resistencia de nuevas cepas. España es un país pesimista, por genética, y por tradición. Pesimista de pensamiento, de obra y de omisión. Sólo hay que echar un vistazo a nuestra historia -¿se acuerda usted de lo de la memoria histórica?- para ver que, a diferencia de otras culturas para las que el pasado se presenta como un bálsamo para olvidar penas y decepciones, nosotros seguimos haciendo presentes, a cada paso, los versos de Jorge Manrique «cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor». Bajo el amparo de la Ley de Murphy, vamos. Es por eso, por ese pesimismo endémico, por lo que no nos cuesta trabajo echar nuestra moneda de la suerte al pozo de las penurias, por lo que nos sentimos tan cómodos en el valle de las lamentaciones y por lo que, instalados, en la negatividad, nos es más fácil mantenernos a flote.

Dice una amiga mía que vive desde hace muchos años fuera del aura negativa que rodea a España, que tanto pesimismo en la prensa, en la radio y en la televisión le resulta más una pose, una tendencia, que una actitud vital. Me recuerda que tanto regodeo en la miseria tiene que acabar afectando a la moral colectiva y que no le extraña que nos hayamos hecho adictos a las malas noticias. Es posible, me dice, si no cambiar la realidad, por lo menos cambiar la manera de verla. Puede ser. Es lo de la botella medio vacía o medio llena que aprendimos de pequeños y que Escobar ya dibujó para el 'Tío Vivo' en los años sesenta, Don Óptimo y Don Pésimo, ¿se acuerdan? Don Óptimo era un hombre bajito, obeso y con un pequeño bigote; alegre, jovial, lleno de vitalidad y energía, mientras que su oponente, Don Pésimo, de aspecto gris y triste, de nariz larga y chaqueta negra era un auténtico cenizo. El ying y el yang, el norte y el sur, el día y la noche. lo que ustedes quieran. Porque de esta dicotomía de actitudes es del único sitio de donde parte nuestro viaje.

Tenemos dos opciones, o seguir por el camino a la perdición -podríamos recorrer la senda a ciegas- o cambiar el derrotero y desplegar las velas contra el viento. Hacer como Sara Carbonero, que empezó un post en su blog conmovida por la muerte de Mandela y terminó hablando de la maravillosa decoración que ha elegido para la habitación de su hijo. O como Rajoy, que parecía muy emocionado en el funeral de Madiba, pero era porque se acordaba de la final del Mundial de Fútbol. Usted elige, puede lamentarse porque no tiene pan, o simplemente comer pasteles, siguiendo el consejo atribuido a la hermosa cabeza de María Antonieta. La frivolidad es también una forma de rebelión, no se crean. En la cerrada Inglaterra de los años veinte los Bright Young People -también conocidos como la Generación Brideshead- desafiaron a toda la sociedad tradicional con sus excesos. Bailaban hasta el anochecer, bebían hasta el amanecer, tocaban el ukele, adoraban el saxofón y hasta crearon una manera de hablar propia, insolente y descarada, pero profundamente positiva. Una generación de la que formaron parte Tomn Driberg, Nancy Mitford -venero a las Mitford, lo siento- , Evelyn Waugh o Anthony Powell que supo retar su propio destino, simplemente cambiándole la estética.

Me cuenta mi amiga exiliada mucho antes de que los cerebros españoles se dieran a la fuga, que en Estados Unidos manejan como en ninguna parte la cosa esta de darle la vuelta a la tortilla. Ya lo demostraron con el manido 'Yes ,we can' que llevó a Obama hasta la Casa Blanca, y lo siguen haciendo desde las ondas de la NPR a través de podcast capaces de arrebatar la primera sonrisa de la mañana. Hacer de lo cotidiano lo excepcional, con temas de debate que se alejan de los propuestos por Wert y Montoro en el congreso de los diputados y que, si no cambian el mundo, por lo menos lo marean. ¿Quién es el jefe en internet?, ¿Son perjudiciales o beneficiosos los videojuegos?, ¿Es realmente útil la literatura?, Amores incondicionales, Secretos inconfesables. son los temas que tratan habitualmente 'This American Life' o 'Freakonomics Radio', audioblogs tan populares que cuentan con más de un millón de descargas semanales.

Inténtalo, me dice mi amiga. Y la verdad, es que no pierdo nada. Tal vez podría aplicar sus consejos y hacer un This American Life a la gaditana. Temas no me faltarían, desde luego. ¿Por qué Guillermo Riol en vez de limitarse a dar las noticias se empeña en comentarlas y apostillarlas? ¿Qué ha sido de Paco Coto? ¿Por qué han bajado tanto los precios de los menús de las comidas de empresa? ¿Es el precio o es la calidad lo que se rebaja? ¿Para qué sirven las pantallas Leds? ¿Quién le ha dicho al guía de la exposición de La Caixa que haga continuamente bromitas fuera del guion establecido? ¿Ha probado el guía a usar el palito de las letrinas romanas? ¿Por qué todo el mundo entrega macarrones en las campañas solidarias de alimentos? ¿De cuántas maneras se pueden preparar los macarrones que donan las organizaciones solidarias a los más necesitados? ¿Por qué los trajes de pastora que venden en los chinos parecen de asturiana?

Ya ven. No era tan difícil. Prueben ahora ustedes. Seguro que no nos volvemos positivos, pero ¡qué entretenidos que vamos a estar!