ESPAÑA

Mas pacta una pregunta doble con los soberanistas para lograr el mayor apoyo

El presidente catalán quiere convocar la consulta el 9 de noviembre de 2014, pero tiene cerrada la puerta del Gobierno

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Por primera vez en su historia, los catalanes serán llamados a votar el próximo 9 de noviembre sobre el futuro político de Cataluña. Cuando acudan a los colegios electorales, se encontrarán con una papeleta que tendrá dos preguntas. «¿Quiere que Cataluña sea un Estado?». ¿Sí o no? Los que digan que sí, podrán pasar a la segunda cuestión: «¿Quiere que este Estado sea independiente?».

Hasta hace bien poco parecía casi imposible que cinco fuerzas tan diferentes ideológicamente como Convergència, Unió, Esquerra, Iniciativa y CUP fueran capaces de ponerse de acuerdo sobre la pregunta de la consulta. Pero en ocasiones, la ingeniería política hace milagros. Como el de resolver un jeroglífico que se estaba empezando a atragantar a Artur Mas. El presidente de la Generalitat ha optado por un referéndum de doble respuesta porque de esta manera logra el principal objetivo que se había propuesto en la negociación, implicar al máximo número de fuerzas.

Una vez que el PSC se ha desmarcado del proceso soberanista, Mas entendía que no podía sufrir más bajas y lo ha conseguido con cesiones a las peticiones de unos y otros. Esquerra y CUP querían una pregunta que incluyera explícitamente la palabra independencia, mientras que Unió e Iniciativa querían que se abriera la posibilidad a consultar sobre un estado catalán, un concepto más ambiguo, en el que se pueden sentir representados desde los secesionistas, a los federalistas o confederalistas. Unió e Iniciativa rechazaban además una pregunta que solo interpelara sobre la independencia y la única solución que los juristas de la Generalitat han encontrado para que Mas consiga el apoyo del 64% de la Cámara legislativa catalana es un enunciado doble que abarcase a un amplio espectro político.

Con el pacto, Mas se apunta un tanto, pero sobre todo consigue ganar tiempo, ya que la fecha de la consulta le permite coger aire hasta casi finales del año que viene y se asegura el apoyo momentáneo de Esquerra hasta la mitad de la legislatura. Con nervios, sobresaltos, y continuas amenazas de ruptura, pero Mas va cumpliendo poco a poco todo lo que acordó con Oriol Junqueras al principio de mandato.

El mayor desafío

Nunca un gobierno autonómico había ido tan lejos en la España democrática y, por si quedaba alguna duda sobre sus intenciones, Mas dejó claro que no cejará en el desafío institucional que ha lanzado al Estado español. En cualquier caso, aún tiene que cumplir el último punto del pacto de estabilidad firmado hace un año por CiU y ERC, y no menor. Se trata de la convocatoria de la consulta y su celebración, el compromiso más complicado de toda la hoja de ruta soberanista. Y de alguna manera, aunque los principales actores no lo digan en público, en privado aceptan la tesis de que la consulta no será posible, de ahí que la foto que logró Mas ayer tuviera sobre todo una gran carga de escenificación simbólica porque sin el acuerdo de Mariano Rajoy es poco probable que Mas celebre una cita ilegal. Las elecciones plebiscitarias se antojan, por tanto, como la salida más probable, y puede que se convoquen en 2015. El presidente de la Generalitat, de momento, se libera de una parte de la presión que tenía encima y sitúa el balón en el tejado de los socialistas catalanes, que se estaban empezando a reubicar en el frente constitucionalista, pero que no podrán negar que podrían sentirse identificados con la pregunta sobre un Estado catalán dentro de una España federal.

Pere Navarro no se dio por aludido y afirmó que «la convocatoria de referendo es una acción unilateral condenada al fracaso». Para el PP y Ciutadans, en cambio, se abre un escenario favorable en el que lucharán por la hegemonía españolista y se erigirán en únicos defensores de la Constitución. «Mas dinamita los puentes de diálogo», resumió la líder popular Alicia Sánchez-Camacho.

Negociación exprés

Las fuerzas políticas del frente soberanista hablaron ayer de día «histórico» para Cataluña. Aunque nadie lo diría a tenor de lo poco que han durado las negociaciones, apenas 48 horas. A media mañana saltó la liebre de que Mas, Junqueras y los líderes de Iniciativa, Joan Herrera, y la CUP, David Fernández, estaban reunidos en el Palau de la Generalitat. Sorpresa absoluta, cuando hace una semana, el portavoz de Mas, Francesc Homs, recomendó a los informadores que se reservaran del 27 al 31 de diciembre para estar atentos a la noticia.

El Ejecutivo catalán ha jugado al despiste. Veinticuatro horas después de que Mas y Duran Lleida pactaran la posición unitaria de CiU, el presidente de la Generalitat se citó con el resto de formaciones para discutir sobre una propuesta que hizo llegar a las partes un día antes.

El sudoku catalán parecía un pulso entre Junqueras y Duran Lleida y al final no habrá ni ganador ni vencido. Todos han cedido y aunque parezca sorprendente todos acaban más o menos satisfechos. «La pregunta es clara e inclusiva», dijo Mas. «No es la que deseábamos, pero la queremos», apuntó Junqueras. Sabor agridulce, podría decirse porque ninguno impone la pregunta que hubiera deseado y porque el enunciado deja algunas dudas.

Así, la consulta ofrece tres posibles resultados. En el caso de que los síes ganen en ambas preguntas, la ciudadanía estará dejando claro que quiere una Cataluña independiente. Pero si ganara el no, en este caso en la primera pregunta, la población estará reclamando que todo siga igual. La tercera posibilidad es que triunfe el sí al estado catalán y el no a la independencia. Aquí se abriría un abanico de interpretaciones, ya que Duran Lleida proclamaría que ha ganado su apuesta confederal o por la tercera vía; Iniciativa lo vería distinto y habría quien defendería que el máximo de soberanía que quiere la ciudadanía es la de otros estados como Baviera o California.