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Logia Lautaro

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Más que las fábricas de ostionera que configuran el basamento de nuestros edificios, sus primorosas esquinas ornadas por sugestivas protecciones, las esbeltas torres que otean la mar o las garitas que el Cuerpo de Ingenieros trasplanta a lejanos puertos, Cádiz es una urdimbre de historias tejidas por los diversos personajes que han venido ocupando estos roquedales batidos por la mar y los vendavales. Las ciudades no son un conjunto de piedras sino una trama de relaciones entre las personas y sus dioses. Si queremos conocerlas no basta con describir sus construcciones sino los sucesos que las hicieron posibles. Tal vez algo de esto nos cuenta la vista de Cádiz de Van Den Wingaerde en 1567, en la cual pequeños huecos representan letras que sin duda contienen un mensaje cifrado mediante un leguaje críptico. Podíamos también preguntarnos por algunos corredores subterráneos como el que discurre a ocho de metros de profundidad en la Caletilla de Rota, cerca de la antigua sede de la Logia de Igualdad, en el 11 de Calderón de la Barca, antes calle del Calvario. Así como la abundancia de sótanos comunicados por corredores próximos al lugar donde se instala la capilla inferior de la Santa Cueva.

Sí se conoce la actividad en Cádiz de la Logia Lautaro, creada en Londres 1797 y de la cual Francisco de Miranda funda sede en Cádiz en 1807. Se trata de una organización inspirada en las logias masónicas y como tal de firmes convicciones republicanas según el ideal clásico de la polis griega y de la 'cosa pública' romana. A la Logia Lautaro pertenecieron Simón Bolívar, José de San Martín y Bernardo O'Higgins, cuyas efigies presentes en la Cádiz de hoy celebran sus sacrificios para proclamar las Repúblicas de Venezuela, Argentina y Chile, respectivamente. Francisco de Miranda vivió en la Casa de las Cuatro Torres, no debió resultar fácil su actividad clandestina en la ciudad del XIX, posiblemente protegida por esos pasadizos que ahora explora Eugenio Belgrano. Preso de los realistas, Miranda regresó a Cádiz para morir en la prisión de La Carraca en 1816. Su efigie junto a la casa en que vivió y la Plataforma que en Cádiz lleva su nombre, recuerdan ahora su memoria.