Economia

El nuevo Kicillof

El rebelde funcionario argentino que expropió Repsol es ahora el pragmático ministro que ha sellado el pacto

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El flamante ministro de Economía de Argentina, Axel Kicillof, parece una versión más matizada de aquel funcionario contestatario y prepotente que irrumpió en la escena política hace poco más de un año, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, convencida por él, anunció su decisión de estatalizar la petrolera YPF, hasta ese momento controlada por la española Repsol, un conflicto que esta misma semana ha entrado en vías de solución.

Obligado por las nuevas circunstancias, que se manifiestan en un Gobierno con el poder disminuido desde las últimas elecciones legislativas, Kicillof, que desafiaba con su estilo rebelde y su camisa desabrochada, muestra que puede también ponerse una americana y presentarse como un hombre maduro, capaz de dialogar y de trabajar en equipo.

El primer gran desafío se le presentó pocos días después de asumir la titularidad de la cartera económica, el 18 de noviembre. Una delegación encabezada por el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, junto a directivos de Repsol, La Caixa y la petrolera mexicana Pemex, llegó a Buenos Aires para reunirse con él y sellar un preacuerdo de compensación por la expropiación de 51% de YPF resuelta 19 meses atrás.

Más diplomático que lo que mostraba en 2012 cuando era viceministro de Economía, Kicillof negoció esta vez una propuesta de indemnización que la comitiva pudo llevar al consejo de administración de Repsol en Madrid para su análisis y aprobación y que se traduce en 3.700 millones de euros en deuda pública del país austral.

El nuevo ministro, que agitaba hace un año la posibilidad de no entregar un duro a la petrolera, se cuidó en esta nueva instancia de revelar los detalles de la oferta y aseguró que la idea nunca fue perjudicar a Repsol, sino tomar el control de YPF. «Yo dije que no se le debía pagar a Repsol una cifra alejada de la realidad. Pero es imposible no pagar una indemnización. Sería algo ilegal», reconoce ahora que está a cargo del Ministerio.

Consciente de la necesidad de millonarias inversiones para explotar el yacimiento no convencional de Vaca Muerta -trabadas por la falta de un acuerdo con Repsol que ponga fin a procesos judiciales iniciados por la firma española-, el nuevo Kicillof luce mucho más sosegado, más adaptado a las leyes del juego del sistema capitalista que lo que dejaba ver hasta hace poco.

Toda una estrella

Con 42 años, el ministro es ahora una de las estrellas del firmamento kirchnerista y, pragmático, procura mantener su brillo de cara a los dos años que le quedan de mandato a Cristina hasta 2015. La idea es persistir en un modelo de crecimiento con inclusión social apoyado en la industria y la construcción; y si para eso hay que mostrarse más contemporizador, él está dispuesto a hacerlo.

El funcionario ya venía mostrando ese otro perfil. De hecho, y a pesar de su fama de 'estatalizador', los empresarios tomaron bien su promoción al cargo de ministro. Lo consideran un funcionario accesible, preocupado por atender sus problemas y buen negociador. «La designación de Kicillof fue excelente», sorprendió el petrolero Carlos Bulgheroni, del grupo Bridas. «Tuvo un rol importante en muchas medidas del Gobierno y ayudó a destrabar el problema del precio del gas», ejemplificó el titular de la firma para justificar sus halagos inesperados.

Por su parte, el presidente de Siderar, la siderúrgica del grupo Techint, destacó el desempeño de Kicillof como representante del Gobierno en esa firma -donde el Estado tiene 25% de las acciones-. «Acompañó la gestión participando activamente en las reuniones del directorio de la empresa», apostilló el directivo, Daniel Novegil.

Kicillof había sido un estudiante brillante, un prestigioso docente y un reconocido investigador hasta que fue convocado por el kirchnerismo para integrarse en la función pública, donde tuvo un ascenso vertiginoso hasta asumir la responsabilidad de conducir la política económica. Licenciado en Economía con honores y medalla de oro en la estatal Universidad de Buenos Aires, donde luego cursó un doctorado, fue profesor en ese mismo centro de estudios y en otras instituciones, amén de investigador y autor de libros y artículos.

En algún momento se le tildó de marxista, pero no lo es pese a conocer muy bien la obra de Karl Marx. Por el contrario, al menos dos de los libros muestran su inclinación por el desarrollo de una economía capitalista. Uno es 'Fundamentos de la teoría general. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes' y otro 'De Smith a Keynes: siete lecciones de historia del pensamiento económico'.

En el Gobierno de Cristina fue subgerente de la estatalizada Aerolíneas Argentinas, donde ideó un plan de expansión. Tras ser reelegida en 2011, la mandataria lo designó secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, un cargo que equivale al de viceministro. Desde esa posición discutió largamente con los directivos de Repsol. Preocupado por la caída en la producción de hidrocarburos, intentaba convencerlos de que reinvirtieran y ampliaran el horizonte de reservas de petróleo y gas. Y cuando advirtió que sería imposible, ideó junto a la presidenta la expropiación de YPF. La inquilina de la Casa Rosada lo designó entonces subinterventor de la petrolera y fue desde allí donde criticó airadamente a Repsol, amenazó con no pagarle y defendió la recuperación de la compañía para el Estado argentino.

En el último año, su tarea estaba empañada por la omnipresencia del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, el funcionario responsable de las estadísticas y de las restricciones cambiarias. En febrero de este año, al regresar en barco de unas vacaciones en Uruguay junto a su esposa y sus dos hijos, Kicillof debió soportar que los viajeros argentinos lo insultaran y agredieran por las limitaciones del Gobierno a la adquisición de dólares.

Y ahora, sin Moreno y con un nuevo perfil, arranca con el pie derecho, en todas las acepciones de la expresión.