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El gran miércoles

La tardanza en avisar por parte de las autoridades del peligro de las corrientes y del fuerte oleaje, con miles de bañistas en el agua, pudo desembocar en una tragedia

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Lo ocurrido en las playas de Cádiz tanto en la tarde del martes como ayer debe llevarnos a una reflexión profunda. Afortunadamente no ha habido que lamentar males mayores y todo ha quedado en algún hueso roto, magulladuras y numerosos ataques de ansiedad. Pero podía haber ocurrido una auténtica desgracia. Cuesta trabajo comprender cómo es posible que los aficionados al surf de la provincia supieran que en estos días se iban a producir olas excepcionales y, sin embargo, el resto de los bañistas se enteraran del peligro cuando ya estaban, literalmente, con el agua al cuello.

Según los especialistas consultados, ningún indicador hacía prever el peligro al que se enfrentaron -fundamentalmente en la tarde del martes- miles de veraneantes repartidos a lo largo y ancho del litoral gaditano, desde El Palmar hasta Chipiona. Sin embargo, ese peligro fue más que latente y las escenas de pánico se han sucedido en numerosas playas, donde cientos de personas hubieron de ser rescatadas antes de ayer y otro medio centenar ayer. De hecho, la mayoría de los usuarios de las playas no llegaron a ser conscientes de lo que sucedía hasta que los socorristas, que se veían desbordados, iban recorriendo la orilla pidiéndole a la gente que saliera del agua. Muchas personas, de hecho, no les hacían caso y siguieron bañándose pensando que en realidad la situación no era tan grave.

Sea como fuere, este fenómeno se puede volver a repetir y, dado que la madre naturaleza no avisa, sí que habría que plantearse algún sistema más eficaz de alerta. Más allá de unos cuantos socorristas y unas banderas rojas que, en algunos puntos, pueden llegar a no estar bien visibles. Lo que sea por optimizar un protocolo que, en un momento determinado, puede salvar más de una vida. No se trata de alarmar, ni de buscar culpables, simplemente de estar lo mejor preparados posible en caso de un 'ataque' de la madre naturaleza, que ya sabemos que si llega, lo hará sin previo aviso.