CARTAS DE LOS LECTORES

El mapa de Assange

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Dicen sus amigos más cercanos que Julian Assange está deprimido. Más bien asustado, diría yo. Está acongojado, encerrado en las cuatro paredes en las que ha encontrado refugio mientras se materializa su deseo de llegar a Ecuador. Deprimido pero con todo detalle de lujos, oiga. El cabecilla del escándalo informativo más sonado de los últimos tiempos goza de conexión a internet y una cinta para hacer ejercicio y mantenerse en forma. Una estampa surrealista, sobre todo teniendo en cuenta la que se le viene encima. La verdad es que Assange tiene un papel complicado. Levanta tantas pasiones como odios, es de esas personas que no te deja indiferente en ningún caso. No puede ir a Suecia, porque le meten en el talego, no puede quedarse en Londres porque su asilo allí ha caducado. La única salida que ha encontrado está en Ecuador -una no muy acertada elección, a mi humilde parecer-. Si Assange pone un pie en los Estados Unidos no vuelve a ver la luz del sol, eso lo tiene más que claro. La condena que le puede caer por el acoso sexual del que se le acusa sería una broma comparada con la de Wikileaks. Libertad de expresión, que reclaman algunos, secretos de Estado, que dicen otros. Yo, la verdad, es que ya no sé qué pensar. En un principio la figura de Assange se dibujaba como la de alguien con las suficientes agallas para quitar la máscara a los gobiernos más poderosos dejando al descubierto las vergüenzas de muchos mandatarios internacionales. Hoy, el tándem Assange-Garzón parecen más un dúo cómico, con todos mis respetos. La duda que ahora me asalta es ¿tendrá Julian frente a la máquina de hacer ejercicio en su pequeña habitación un mapa en el que vaya tachando los destinos a los que jamás podrá volver?