El presidente de la UEFA, Michel Platini, durante un acto de la FIFA en Zúrich. :: SEBASTIAN DERUNGS / AFP
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Los mundos de Platini

Los magníficos estadios y el buen ambiente contrastaron con graves deficiencias en las infraestructuras de los dos países El presidente de la UEFA presume de un «torneo excepcional» sin valorar la verdadera Eurocopa

KIEV. Actualizado: Guardar
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Michel Platini, presidente de la UEFA que compareció a la hora del balance con aparente sobrepeso, aseguró ante los periodistas de todo el mundo que la Eurocopa de Polonia y Ucrania había resultado un torneo «excepcional» y que ambos países dejan el listón «muy alto» para el próximo certamen que albergará Francia. La vara de medir del dirigente francés debe ser una diferente, o los hoteles y medios de transporte que él frecuenta unos, y los del ciudadano de a pie, otros.

Es verdad que el campeonato deja un gran legado para polacos y ucranianos, que han mejorado sus carreteras e infraestructuras y que disponen de estadios extraordinarios. No es menos cierto que sus ciudadanos se mostraron entusiastas y hospitalarios, que las zonas de fans desbordaron colorido y que la atmósfera de fútbol ha resultado magnífica.

Pero, con permiso de Platini, estas dos naciones, sobre todo Ucrania, no estaban preparadas para albergar un acontecimiento de esta envergadura. Seguro que el alto dirigente de la UEFA voló en aviones privados entre sede y sede y estuvo siempre alojado en lujosos hoteles céntricos. Quizá no sepa aún que para ir en coche de Donetsk a Kiev los trayectos eran de más de diez horas, que para volar de Varsovia a Kiev de cara a la final había que hacer escalas en lugares tan lejanos como Moscú y Odessa; o que las sedes polacas no estaban unidas por avión, por lo que se hacía obligatorio la escala en Varsovia. Tampoco habrá tardado seis horas en un tren desde Varsovia y Gdansk, separadas por poco más de 300 kilómetros.

Por supuesto que el máximo responsable de la UEFA no se habrá peleado con taxistas deseosos de hacer su agosto y que se negaron por sistema a poner en marcha el taxímetro, al menos en Ucrania. Ni por reclamar el ticket correspondiente al trayecto recorrido. Ni habrá pagado de su bolsillo precios de alojamientos hasta veinte veces más caros de lo habitual.

Seguramente sí conocía estas circunstancias porque antes del campeonato habló de «bandidos» y «estafadores». Y quizá sí estaba bien informado de las graves deficiencias en el transporte cuando avanzó que la UEFA se plantea una Eurocopa en doce países. Sabe que, a día de hoy, es más fácil volar de París a Londres, de Madrid a Roma e incluso de Lisboa a Berlín, que de Varsovia a Kiev o de la capital ucraniana a las otras cuatro sedes del país.

El de Platini fue un reconocimiento implícito de que, más allá de los estadios, de las sobresalientes condiciones para el trabajo de los enviados especiales en los centros de prensa y de las excelentes conexiones a la Red que superan a las de España en calidad y precio, las infraestructuras han dejado mucho que desear.

En el centro de las ciudades, las condiciones de vida eran buenas. Pero en la periferia fue como sumergirse en el túnel del tiempo y regresar a la España de la posguerra. Caminos mal asfaltados o de tierra, falta de iluminación en las calles, autobuses viejos, sucios y destartalados, hoteles cutres y, al menos en Kiev, centenares de perros abandonados por las calles.

Pocos aficionados extranjeros, ya que los precios de vuelos y hoteles se desorbitaron, y numerosos hinchas agraciados con viajes organizados por diferentes patrocinadores, al parecer, ajenos a la crisis. El Olímpico de Kiev ni siquiera se llenó para la final. Esa es la realidad de la otra Eurocopa, la que no se ve a través de la pequeña pantalla, la de estadios majestuosos, estupendos restaurantes, coches relucientes y dirigentes trajeados.

Actos racistas

Aunque es indudable que Polonia llegó al campeonato más preparada que Ucrania, resulta que sufrió más problemas de orden público. Diversos actos de vandalismo y racismo enturbiaron en cierta medida el certamen. Un grupo de 'hooligans' rusos provocaron violentos incidentes el 8 de junio en Wroclaw. Cuatro días más tarde, la batalla campal entre rusos y polacos en el centro de Varsovia se cerró con unas 200 detenciones (en su mayoría de aficionados polacos) y una veintena larga de heridos.

Las alarmas sobre episodios racistas se activaron enseguida, tras un entrenamiento en Cracovia de la selección holandesa, dos días antes de arrancar el torneo, en el que se denunciaron insultos de tipo xenófobo a jugadores de color de la 'Oranje'. En Poznan, durante el partido entre Croacia e Italia, entre 300 y 500 aficionados a la selección balcánica, según una asociación que lucha contra el racismo, increparon a Mario Balotelli con gritos que imitaban el sonido de los monos. Además, se recogió un plátano que fue lanzado al césped.

Como nota positiva para la organización, destaca el enorme papel que desempeñan los innumerables voluntarios que han ayudado a los aficionados a la hora de desenvolverse en las ciudades anfitrionas. Como anécdota quedará la tormenta que azotó Donetsk al comienzo del partido entre Ucrania y Francia, que obligó a retrasarlo una hora.