Tribuna

Tierno garbanzo

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Por ley, la entrada a un colegio se hace por el lugar de empadronamiento. Los amigos, la vocación, los estudios que realizas... De todo ello se encuentran las respuestas en esta etapa. En mi caso permaneció 'el rojo' como color favorito, por la clase de párvulos con la señorita Loli, que fue la primera mujer que vi embarazada y que no cogió una baja hasta bien entrado el bombo. Luego la seño Pilar junto con María José separaron en dos clases A y B, con las que hacíamos sin duda mucha vida y actividades juntos. De doña Remedios en tercero aprendí a dividir, pero también lo que era la jubilación, puesto que al año siguiente tuve a don José Luis, que daba una de cal y otra de arena: derrochaba cariño, pero luego mantenía la disciplina racionando el poder jugar al fútbol con la inteligencia militar. Y en la última etapa llegó don Eduardo, que recuerdo me machacaba con que estudiara arquitectura en vez de astronomía, cosa que consiguió.

Por medio guardo gratos recuerdos de Inmaculada, la profesora que más que de religión, era de amor; de don Pablo, de don Antonio, el actual director y que traía loquitas a todas las niñas; de don José, el director de esa etapa; don Aurelio, de la seño Vicen que era la mujer de don Eduardo; de doña Mari Carmen de inglés que estudió con mi madre en el Castillito; de Delia, que no la llamaban 'doña' no sé por qué, pero era la que se encargaba del aula especial, donde estaba Nacho, un niño que más que especial es el recuerdo de que no hay retrasados en este mundo sino personitas incomprendidas, ya que se ponía con el 'Club de la Limpieza' a recoger los papeles del suelo durante el recreo con un bombo de basura que nos dejaba Juan, el conserje, 'el perenne y omnipresente' y que sigue allí velando por la gestión logística del centro. Luego, a este equipo al que tanto cariño le tengo, se unió mi madre, la señorita Cati, que conoció aún más a las personas que tanto admiraba, y fue el centro donde se jubiló.

Ocho años pasé en el Profesor Tierno Galván, los mismos que llevo en la carrera. Pero debe pasarnos como a los perros, que no es lo mismo ocho años en un niño, que en un adulto, son lo menos dieciséis. Ocho años que recuerdo con la inocencia y la admiración de los que nos educan, que más que el complemento de los padres, son los ven como somos en un ambiente no familiar, que al fin y al cabo es la otra parte de nuestra vida; la profesional. Veinticinco años cumple el garbanzo más tierno de Cádiz. Feliz cumpleaños, cole.