Sociedad

La otra Carla de la moneda

Pantalones de chándal, jerséis anchos y zapatillas. ¿Cosas de la maternidad o una estrategia más en la campaña electoral de su marido?

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Carla Bruni. La top de los años 90 reconvertida en cantante. La artista que también es primera dama de Francia. Un icono de la moda que desde hace meses se deja ver en pantalones de chándal, camisetas holgadas y zapatillas. ¿Qué te está pasando Carla? «Soy una ama de casa de menos de 50 (tiene 44)», responde ella. Los medios más escépticos dicen que la última muda de piel de la cantante italiana de 42 años responde a una estrategia electoral para que su marido, Nicolas Sarkozy, atraiga los votos de la clase media y acorte su distancia con François Hollande, quien, según los últimos sondeos, a partir del 6 de mayo -día en el que se celebrará la segunda vuelta de las presidenciales- será el nuevo presidente de la república.

La primera dama ya no se presta a posar ante el objetivo de la prestigiosa Annie Leibovitz en lo alto del Elíseo con trajes de alta costura, como lo hizo en 2008 para la revista 'Vanity Fair'. Ahora recibe a los fotógrafos descalza y sin apenas maquillar, y se deja ver por las calles de París sobre botas Ugg, un calzado plano y de piel de borrego que la mismísima Victoria Beckham se pone, eso sí, «solo para estar por casa».

Amplios cárdigan y jerséis tapan las curvas que ha dejado su embarazo, aunque ella dice que las lleva con orgullo: «Ahora estoy gordita, tengo diez kilos de más. Da igual. Soy como cualquier mamá de 40. Ha sido un embarazo tardío y tan deseado que el resto no importa». Todo sea por el buen estado de Giulia. La niña ya tiene cinco meses, pero Carla sigue comiendo por dos para darle el pecho, aunque necesita ayuda complementaria. Así, la pequeña mide 67 centímetros y pesa casi 8 kilos.

¿Estamos ante una nueva Carla? «No me parece que esté experimentando un cambio radical; siempre ha destacado por ser discreta y sobria». Palabra de Jennifer Bauser, directora de moda de la revista 'Vanity Fair' en España, para quien ver a la exmodelo con ese 'look' «cómodo y relajado», paseando con su hija en brazos, no es más que la imagen de una mamá famosa intentando pasar «desapercibida». «Como hacen la mayoría de las 'celebrities' en su vida personal», apunta. No sería de extrañar pues, que Bruni repitiera este año en las listas de las mejor vestidas porque, «aunque siempre destaca por su sencillez, nunca falla en los actos oficiales». Menos es más, en este caso.

La impresión de algunos medios de comunicación franceses es otra. El nombre de Carla no estará escrito en ninguna papeleta, pero nada de lo que la cantante haga pasará desapercibido en las próximas semanas. Está en campaña y en estas fechas nada es casual en Sarkozy y Bruni. «Los dos son muy conscientes de la repercusión en términos de imagen de todo lo que hacen. Calculan y piensan en lo que supondrá lo que van a hacer antes de hacerlo. Es un nivel de consciencia que se incorpora a la decisión. En función de ese análisis deciden. No digo que exclusivamente, pero también», observa el asesor de comunicación pública y política Antoni Martínez-Rubí.

Nada de lo que hacen. Y nada de lo que dicen. La señorita criada en los mejores colegios de Suiza y Francia que se codea con lo más selecto de su país recibió en el Elíseo a principios de febrero a 'TV magazine', un suplemento televisivo que entregan 'Le Parisien' y 'Le Figaro'. La exmodelo confesó estar enganchada al culebrón 'Plus belle la vie' y ser seguidora de 'L'amour est dans le pré', la versión gala de 'Granjero busca esposa'. Vamos. Que Carla es una francesa más entre los seis millones de franceses que siguen el 'reality'. «Los responsables de la campaña quieren que dé la impresión de una mujer ordinaria. Es importante que sea vista como una mujer con los pies en la tierra, que ve los programas populares de la televisión y no como una estrella del pop con un pasado glamuroso d supermodelo», explicó después al periódico británico 'Daily Mail' una fuente de Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido de Sarkozy.

Resquicios del pasado

No hay un patrón a seguir para ser la primera dama perfecta, ni en todos los países ha de tener el mismo rol. Recuerda Martínez Rubí que en nuestro país, por ejemplo, la presencia de la reina Sofía no puede verse eclipsada por la mujer del presidente. Al carecer Francia de monarquía, la figura de la primera dama se convierte en algo más que una figura decorativa. «Una primera dama es un modelo beneficioso y hay que aprovecharlo. Bruni es conocida por sus campañas solidarias, su compromiso con los más desfavorecidos. Es un buen camino a seguir, porque quizás con esto pueda equilibrar ciertas medidas más impopulares de Sarkozy», comenta Fran Carrillo, director de La Fábrica de Discursos, una firma que asesora a partidos políticos.

Vestir como el ciudadano de a pie o hablar de forma vulgar y coloquial no es, según este consultor político, la forma de acercarse a él. Por ello, esta vez la estrategia del cambio de imagen de Bruni, si es que lo es, ha fallado. «El que aparezca de forma más dejada no ayuda, porque la gente puede entender que no se toma en serio su papel. Esto es lo que más le ha costado a Bruni, pasar de ser una persona independiente, de hacer lo que le daba la gana, a tener que respetar un protocolo. Sí lo ha asumido, lo ha respetado, pero tiene resquicios de ese pasado rebelde».

Una madre a gusto con su cuerpo o un acto de rebeldía de Bruni, poco importa que su transformación no responda a una táctica electoral del partido de su esposo. En Francia se ha entendido así y eso es lo que cuenta. «Más importante que la realidad es la percepción que la gente tiene de un hecho, una imagen o un mensaje. Lo puedes justificar, pero si la percepción de los franceses ha sido otra, esa será la que importa de verdad», explica Carrillo.

Desde que a finales de 2007 se confirmase su relación con Nicolas Sarkozy, ya por entonces presidente del país, Carla Bruni no ha sido santo de la devoción de los franceses. De hecho, los expertos consultados coinciden en que está mejor considerada fuera que dentro de las fronteras galas. Primero, porque no es francesa, «una de las cosas que también se le achacaron a Sarkozy, de origen húngaro», comenta Carrillo. Pero sobre todo porque, pese al giro que ha dado, los votantes tienen aún muy presente su pasado en el mundo de la moda y sus escarceos amorosos con el cantante de los Rolling Stone, Mick Jagger, o con el guitarrista Eric Clapton.

Nuestros vecinos se equivocaron al pensar que con su llegada los escándalos se apoderarían del Elíseo. «Salvo pequeñas tensiones -como cuando gritó a los cuatro vientos que se había casado con Sarkozy y no con Francia-, está sobrellevando bastante bien ese aspecto secundario que debe tener», zanja Carrillo.