Jaque mate al 'All-Star'

Definitivamente la crisis ha llegado a la NBA. Este fin de semana ha tenido lugar en Orlando lo que jocosa y acertadamente algunos han denominado en las redes sociales 'olestar' ('All Star').

Sí, todos hemos aceptado con mayor o menor resignación desde hace tiempo que eso a lo que llaman en EEUU 'basketball' es más un espectáculo que un deporte, un negocio en el que lo que importa es el 'cash' y todo (y todos) tiene un precio. Y si no que le pregunten a uno de los héroes nacionales, Pau Gasol, que mientras su hermano Marc se divertía entre tanto jugón (chupón), seguía esperando sobre un más que posible cambio laboral que puede llevarle lejos de Los Ángeles, aunque no sé si tanto como Laponia. Pero los encargados de cuidar el producto bien harían en ponerle límite al 'show business' para que este tipo de citas sean rentables y no resulten ridículas e insustanciales para los que se dejan el dinero en el pabellón y el tiempo y el sueño frente a los televisores, ordenadores, smartphones y derivados. Porque uno puede hacerse el tonto, pero si le toman por tonto se puede molestar.

Ver a Wall pasearse por la pista sin oposición para hacer un mate de concurso o a Blake Griffin volar después de que Ricky Rubio bote la pelota entre las piernas de un rival y horas después comprobar que el verdadero concurso de mates no llega a ese nivel porque la organización no tiene capacidad de convencer (o pagar) a los mejores matadores de la competición para que participen clama el cielo. Lejos quedan ya los años en los que se medían Dominique Wilkins y Michael Jordan, o cuando Vince Carter sorprendió al mundo desafiando las leyes de la estética y la gravedad. También chirría (y mucho) que el ganador del concurso de triples sea un pívot especialista en coger rebotes (Kevin Love), por mucho que venciera en la final al mejor jugador que ha salido en la última década (Kevin Durant). O revitalizan el evento o corren el riesgo de darle jaque mate.