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El clásico

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Uno de fútbol entiende más bien poquito: que no se puede coger el balón con la mano, a menos que tengas una novia presentadora, y que cuando ruge la marabunta (como escucho desde mi casa mientras tecleo mis cosas) es porque alguien ha marcado, normalmente el equipo de casa (o, en mi caso, el Cádiz, aunque los gritos se oyen poco).

Hoy se diferenciarán en los trabajos los del partido político del Barcelona de los del partido político del Real Madrid, lo mismo que hace un par de semanas se diferenciaron los del equipo de fútbol del PP de los del equipo de fútbol del PSOE. O sea, los que ganaron (los que usan la primera persona del plural en estas cosas, como si hubieran estado corriendo sobre el césped y bajo los focos a una hora tan intempestiva como la del sábado) llegarán los primeros al curro, sonrientes y ufanos, como si les hubiera tocado la bonoloto o les acabaran de anunciar una subida de sueldo.

Los otros, los que han perdido, irán a su bola, como si no supieran qué día es, como si hubieran tenido una boda a la que asistir en vez de ver el partidito de marras o, cáspita, como suele pasar con regularidad alarmante, se les hubiera estropeado la tele.

Y los que no entendemos de fútbol, ya digo (¿los equivalentes a los partidos políticos que no rascan nada?), nos sentimos un pelín decepcionados, porque no hay nada más divertido que ver a un par de señores serios discutir por cosas de críos y, además, no ponerse del lado de ninguno y reírte con las salidas de uno y de otro.

Pero ya en los trabajos, ay, me da que no se habla ni de política ni de fútbol, porque nos hemos vuelto civilizados o a lo mejor hemos comprendido, por fin, que esto son habas contadas, tempus fugit, lo que hoy te viene de cara mañana te viene torcido, y por mucho que hablemos en primera persona del plural («hemos ganado, han perdido») esto es como lo de Europa y las medidas económicas del incipiente cuarto Reich y la ilusión de que podemos decidir nuestros destinos votando en unas elecciones: la pasta se la llevan otros, y nosotros solo estamos de pasmarotes, royendo pan, mirando el circo.