Pérez Peralta y González Cabaña, el domingo en la sede. :: F. JIMÉNEZ
CÁDIZ

El interminable juego de la silla

Los dos grandes sectores del partido esperan cada resultado para ajustar cuentas pero las derrotas les paralizan y tienen que callar El PSOE llama a la unidad con la vista puesta en la última batalla autonómica

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La única ventaja que tiene la repetición es que evita la sorpresa y el arrebato, fomenta la calma que propicia la costumbre. Es lo único positivo que el PSOE gaditano puede sacar de la cita electoral del pasado domingo. Ni es la primera derrota ni resultó chocante. Bien al contrario, confirma una tendencia. Los socialistas gaditanos han convertido sus reveses electorales en crónicos en los grandes núcleos de población. El PP ya llega a doblar en número de votos en ciudades como Cádiz, Jerez y Algeciras. Casi multiplican por dos también en San Fernando y El Puerto. Como dinámica habitual, los populares arrasan donde ganan y, en cambio, los socialistas vencen por un estrecho margen de papeletas donde se imponen. La suma total, por tanto, es siempre de color azul y cada vez con un tono más fuerte. No es la primera vez que los socialistas quedan por detrás en unas elecciones generales pero sí por tanto margen. La secuencia, además, es desalentadora. Dos citas electorales en menos de seis meses, dos victorias holgadas de la competencia.

Ni siquiera se salvan ya feudos que se consideraban intocables, como la Sierra. En Villamartín, Prado del Rey o El Bosque, el PP ha ganado por primera vez. En otros municipios de la Sierra (de histórica mayoría socialista o comunista), el margen es cada vez más estrecho. En Arcos, por ejemplo, ni siquiera llega a los 200 votos.

Quizás por el efecto de la repetición, los socialistas gaditanos ya no se enzarzan en un cruce de puñaladas ni peticiones de dimisión cada vez que llega una derrota. Hasta 2008, eran tan infrecuentes que cada una era un terremoto.

Ahora, se aceptan con naturalidad. Ayer hubo lejanos rumores sobre una renuncia de Chaves pero enseguida quedó descartada y desmentida. Bien al contrario, ejercerá en su última etapa como hombre de consenso para preparar los procesos de asambleas, congresos y relevos que se avecinan. Los socialistas han decidido impostar la unidad para no poner las cosas peor hasta que les toque decidir de verdad. Pasado mañana. El congreso ordinario anunciado por Rubalcaba será una ocasión inaplazable para cambiar el partido de arriba a abajo. Hay que cambiar de mensaje, de caras, de nombres, de discurso y de obra. Refundación es la palabra más repetida.

Ante tamaño reto, ya no merecen la pena las escaramuzas. Hasta los llamados críticos han perdido predicamento y prestigio. Un histórico alto cargo decía ayer que «hasta críticos nuevos necesitamos».

El relevo provincial ya tiene un papel secundario e irrelevante. González Cabaña debe dejar la dirección por cuestión reglamentaria. Las normas le impiden repetir. Su relevo, después del domingo, será ya una simple consecuencia derivada del que se produzca a nivel nacional.

El viejo debate entre los veteranos (conocidos como pizarristas) y los renovadores (agrupados en torno a Griñán o por libre, en comandos) ya carece de sentido. Unos y otros estaban esperando cada recuento para ajustarse las cuentas pero el golpe suele ser tan duro que nadie tiene argumentos para reprochar nada a nadie. Ni siquiera están claros los rostros que podrían servir de alternativa aunque, por si acaso, Bibiana Aído ha reaparecido en una foto en Sevilla, junto a Griñán

Hasta ahora, cada palo se superaba con la frase que dice «la próxima vez será distinto». Pero lo próximo, ahora, es el borde del acantilado: las autonómicas. El último bastión del poder socialista es la Junta, que nunca tuvo otro partido al frente. Si la pierden, todos despeñados. Si la aguantan, hay futuro. El problema es que, de repente, lo más natural suele ser perder elecciones. Tanto que ya ni se inmutan.