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LA PUERTA DE SERVICIO

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Se están agolpando a la salida muchos magnates, incluido algún mangante. En España y en Grecia se ha dejado una rendija para que puedan escaparse Zapatero y Papendreu, pero en Italia le han dado con la puerta en las narices a Berlusconi. Si no dimite, lo dimiten. Cómo estará la cosa que Monti, su sucesor, excomisario europeo, ha sido recibido con una ovación en la Cámara Alta. Siempre ha sido un problema sustituir a los líderes fracasados, pero el principal viene consistiendo en no reemplazarlos por otros peores.

Se le da la enhorabuena al que llega, ya que dársela, uno a uno, a los que se libran de él, sería pesadísimo. Detrás vendrá quien bueno te hará, solemos decir, pero eso no siempre es cierto. A veces el suplente es mucho más malo que el titular y solo le sobrepasa en las ganas de salir al campo de juego, aunque sepa que está minado. La bomba es el euro y está sembrado en todas las áreas. Para distraernos, hasta que suene el estampido, en España le echamos tierra encima a los candentes temas de José Blanco y de Iñaqui Urdangarín. En algo hay que entretenerse. Son distracciones que nos permiten evadirnos, hasta que comprobemos si hay tierra suficiente para cubrir algunos asuntos tenebrosos.

No deja de ser ameno, en su aposición de grato y deleitable, que el Gobierno haya aprobado un decreto para dignificar el trabajo doméstico y las llamadas «empleadas de hogar» vayan a cobrar 635 euros al mes, a partir del año que viene. Tampoco es desdeñable la iniciativa del candidato Rajoy, que fuma unos puros larguísimos, de revisar la dictatorial norma de prohibir el humo en todas partes. Hay que defender a los no fumadores, pero también a los depravados a los que nos gusta encender un cigarrillo después de comer o antes, merecemos que existan locales donde no haya ningún imbécil que nos regañe ruidosamente y pierda la razón inicial por sus modales. Son cosas menores, pero hay que buscarles salida. En la puerta principal hay una gran aglomeración.