DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSDE LO PREOCUPANTE A LO INSOPORTABLE

La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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No ganamos para disgustos en esta tierra nuestra. Los últimos datos del paro han vuelto a darnos una bofetada de cruda realidad en el rostro ajado y cosido a cicatrices de Jerez y de toda la provincia, donde la sangría sobrepasa ya los 188.000 parados. Qué barbaridad. No acierto a saber cómo, pero es obvio que la gente se está buscando la vida bajo cuerda. Es lo que les queda. Aunque vemos síntomas que nos dicen que la pobreza se ha instalado entre nosotros -comedores sociales y organizaciones humanitarias desbordadas de trabajo y peticiones- estoy convencido de que tantos y tantos parados no pueden estar quietos. Me explico. Si toda esta gente no estuviese haciendo chapuzas y cogiendo unos eurillos de aquí o de allá, malviviendo de trabajos esporádicos y favores amargos, alguien ya le habría metido fuego a más de una sucursal bancaria, habríamos tenido disturbios, revueltas.

La gente está aguantando gracias a los subsidios y ayudas, quien los tiene, y a una perversa y miserable economía sumergida que les permita llevar un plato de comida a casa todos los días. Pero hay muchos que están pasando hambre, que se están quedando sin techo bajo el que dormir. Auténticos dramas que nos han hecho retroceder varias décadas en el tiempo y que dejan muy lejos aquella época de las vacas gordas a la que esta generación no volverá jamás. La situación es terrorífica para muchos padres de familia. Estamos ante un escenario que primero fue preocupante; después, difícil; más tarde se convirtió en vergonzoso; y ahora es sencillamente insoportable. Y lo peor de todo es que aún no vemos la luz al final del túnel.

Un muy destacado gobernante español con el que hace unos días tuvimos oportunidad de charlar un grupo de periodistas de la ciudad nos confesó que los dos próximos años serán todavía peores que este 2011. Es para echar a correr. El ejemplo más palpable de los zarpazos que está dando esta crisis lo tenemos en el Ayuntamiento de Jerez. ¿Se acuerdan cuando Pedro Pacheco decía que el Consistorio era la locomotora de la ciudad? Yo sí. No hace tanto tiempo. Ahora el escenario es radicalmente distinto, aunque todavía haya un puñado de cegatos interesados que no quieran verlo. Estoy convencido de que la mayoría de los trabajadores municipales son conscientes de las excepcionales dificultades financieras que atraviesa el Ayuntamiento. No en vano, ellos lo están sufriendo con retrasos constantes en el cobro de sus nóminas. En algunas empresas municipales ya se han alcanzado acuerdos para bajar los sueldos el año que viene. No hay otra. O eso o no se cobra. Sin embargo, en el Ayuntamiento matriz los sindicatos han decidido no sentarse a negociar el convenio colectivo, que fue denunciado por el propio Gobierno local para introducir medidas de ahorro.

No quieren ni oír hablar de un recorte en los salarios. En una postura que considero ciertamente torpe se han negado en rotundo a negociar un nuevo convenio. Todavía hay quien no se entera o no se quiere enterar de que no hay dinero. Oiga, que es que no hay. Que no se pueden mantener ciertos sueldos y complementos en el Ayuntamiento de Jerez que son más propios de Emiratos Árabes que de una de las ciudades con más paro de Europa. Confío en la sensatez de la mayoría y espero que aquellos que no quieren ceder ni un céntimo de sus privilegios se den cuenta de que no hay otro camino. María José García Pelayo y los suyos pueden, además, estar tranquilos con la estrategia que han desarrollado. Los jerezanos les han votado precisamente para hacer lo que están haciendo, poner orden en el Ayuntamiento y hacer de la austeridad y el ahorro el santo y seña de una casa donde se ha derrochado demasiado y durante demasiado tiempo. No me gustaría estar en el pellejo de los Espinosa, Saldaña, Durá y compañía. La empresa es más que difícil porque más allá de reanimar económicamente el Consistorio están llamados a recuperar el estímulo, la fuerza y la ilusión de una ciudad que en muy poco se parece ya a lo que fue. Hasta en el zoo se está notando la falta de dinero. Alguno pensará, sin embargo, que por lo menos los animales comen todos los días, algo que en pleno siglo XXI no puede decir todo el mundo en esta ciudad de nuestras entretelas.