Cartas

Pánico al referéndum

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Paradojas de la vida, los gobernantes y demás políticos europeos, tan demócratas ellos, muestran ahora su verdadero rostro. Una expresión de miedo difícilmente disimulada por sus facciones circunspectas. Y lo más absurdo es el motivo de esa inusitada angustia, un simple referéndum, el sondeo de la opinión del pueblo soberano. La base de la democracia resulta ser el peor de los males para la poderosa Unión Europea.

Es fácil comprender su miedo. Un simple 'no' puede derrumbar al gigante de pies de barro. ¿Pero no es lógico que el pueblo heleno pueda decidir si está dispuesto a hipotecar su país, su presente y su futuro? Sé que esa decisión puede afectarnos a todos y quebrar definitivamente el sistema económico que rige Europa. La hercúlea Alemania tiembla, el moroso puede dejar en paños menores a los compatriotas banqueros de la señora Merkel. La petulante Francia no puede ocultar sus recelos, hasta Sarkozy ha perdido su guasona sonrisa.

Está claro que los arquitectos de esta Europa unida no calcularon bien los cimientos. Si la quiebra de un pequeño país, cuyo peso en el conjunto es mínimo, puede llevar al traste el maravilloso proyecto. ¿Merece la pena evitar su caída? ¿Quién quiere vivir en un edificio que tiemble con la primera ráfaga de viento? Ellos quieren mantener artificialmente al paciente con vida, tiene gracia. Ellos que no quieren oír hablar de regular el sistema, «el capitalismo se autorregula» nos decían. Pero ahora que no les gusta la lógica autorregulación quieren que la pague el pueblo.