Editorial

Exigencias a Grecia

La UE debe condicionar el rescate a que Atenas recupere la estabilidad institucional

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El primer ministro griego, Yorgos Papandreu, logró sacar adelante el voto de confianza al que decidió someterse, a cambio del compromiso de dar paso a un «gobierno de cohesión». Desechada la convocatoria de un referéndum, Papandreu trata de apurar su estrecho margen de maniobra para evitar la celebración anticipada de elecciones y eludir su propia dimisión. Esta podría producirse hoy si el principal partido de la oposición, Nueva Democracia, insiste en secundar el plan de rescate siempre que Papandreu se quite de en medio y sea el presidente de la república quien auspicie la gestación de un ejecutivo interino. Lo cual conduciría, nuevamente, a un escenario de inciertas consecuencias. Por una parte, porque la política partidaria en Grecia ha hallado en las relaciones de Atenas con Bruselas el terreno propicio para dar rienda suelta a sus ajustes de cuentas. Pero sobre todo porque Atenas ha tendido a asumir formalmente las decisiones acordadas con el resto de los socios del euro para sortear a continuación las obligaciones que ello implica en el plano interno. La desconfianza europea hacia Grecia apunta ahora a la posibilidad de que dicho país solvente su crisis de gobierno con una fórmula indefinida que suscriba los acuerdos de la pasada cumbre europea pero desde una actitud reticente a desarrollarlos a través de unos presupuestos consecuentes y mediante los recortes y las reformas que exige la ampliación del rescate en 130.000 millones de euros más. Entre el gobierno de «unidad nacional» que el presidente de la Comisión Europea señaló ayer como deseable para Grecia, el «gobierno de cohesión» propuesto por Papandreu y el «gobierno interino» que estaría dispuesto a aceptar ND hay mucho más que diferencias semánticas. En circunstancias normales la gobernabilidad de Grecia sería una cuestión a solventar por sus instituciones sin que el resto de Europa o las instancias de la Unión tuvieran nada que decir al respecto. Pero dado que las cuitas partidarias en Grecia se suceden a costa de todos los europeos, tanto los acuerdos del 26 de octubre como el compromiso anterior de 8.000 millones de euros pendiente de librarse para atajar los problemas inmediatos de liquidez deberían continuar en suspenso hasta que la gobernación de Grecia ofrezca una mínima garantía de estabilidad y de lealtad europea.