Artículos

SIN PERDÓN

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace falta tener muy buena memoria para olvidarse de todo, pero no se le ha concedido ese don a quienes sufren la pérdida de un padre o de un hijo o, ¿por qué no?, de un amigo. La manifestación en Madrid de las víctimas del terrorismo congregó a miles de personas que no pedían exactamente que no haya perdón para sus verdugos, sino que ese perdón no se camufle en impunidad. Con un poco de mala suerte yo pude estar en la Plaza de la República Dominicana cuando la banda maldita asesinó a doce guardias civiles. Había allí un bar, que forma parte de la historia de mi corazón etílico, donde nos reuníamos una noche sí y otra también Teodulfo Lagunero, Rafael de Penagos, Marcial Loncán, José Luis Trujillo y otros amigos magníficos, de diverso pelaje político. Incluso algunos sin ninguna distinción de naturaleza o calidad de la lana, ya que varios habían salido trasquilados durante la horripilante Guerra Civil. Cuando nos encontramos todo destrozado nos abrazamos unos a otros. Comprendimos que éramos del mismo bando. De los que aman la vida, las copas, la conversación y los proyectos.

Ya quedamos pocos. Yo mismo, cuando me miro al espejo para afeitarme, noto que se me está poniendo cara de antepasado. Era aquella una reunión democrática en la misma medida que escasean las personas que crean en una autentica participación del pueblo en las cuestiones de gobierno. ¿Qué pasará cuando seamos en este planeta, en vez de 7.000 millones de malavenidos, 9.000? Dicen los demógrafos más solventes que esa acumulación se producirá en el 2050. Ha resultado infructuosa la técnica de eliminar terrícolas mediante las guerras y los fanáticos religiosos. La invasión planetaria es muy resistente y el perdón, que aspira nada menos que a rectificar el pasado irreparable, no puede considerarse una de las costumbres heredadas por las sucesivas generaciones. Unos le llaman Justicia y otros venganza. La verdad es que no tiene nombre.