CARTAS A LA DIRECTORA

El Levante

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El viento de Levante, de la bella Cádiz siempre su amante. Pero, como no, atento siempre a su antagonista el Poniente, que no se sabe con certeza si su procedencia es del País de los Atlantes. Ambos descendientes de Eolo son familiares y queridos por los gaditanos que les conocen bien. El Poniente que tras recorrer muchas millas por la Atlántida, extenuado y saturado de la humedad de su región, más que amigo grato para su pretendida, le da disgusto, que sus nativos sufren con mayor intensidad por los efectos de la artrosis o reuma, sobre todo cuando viene sobrado de fuerzas o es largo en su intensidad. Pero también hay que decir en su favor, que para los jóvenes deportistas es un regalazo y por esa razón no resulta del todo ingrato, su presencia alternada con su rival. El Levante procedente del País de las Mil y Una Noche, cuando se presenta como caballero galante suave, dispuesto a neutralizar los efectos no deseados de su adversario, resulta ser un encanto. Sus efectos ecológicos son como un maravilloso elixir que enamora a todos. En noche de estío, su brisa que mueve con suavidad la cortina de mi terraza y acaricia preñada de perfume de dama de noche, es para el paisano y forastero con gusto, un placer de dioses. Pero si se enfada por celos de su oponente, hace brotar su potente soplo y a todos, nativos y visitantes nos pone de muy mal talante, más hay quien se aprovecha de esa eventualidad, que puede que lo haga a propósito para servirse de su fanfarronada y estos son los salineros, que con ello, consiguen una extraordinaria cosecha de blanca sal que será más abundante cuanto más tiempo esté entre nosotros, así como a los jóvenes deportistas amantes de las bellísimas olas atlánticas para su recreo.