DOCTOR IURIS

Una carta de amor a los Reyes

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Hay días en que te dan el artículo casi finiquitado y otros en que, simplemente, sólo tienes que copiarlo. Esta ocasión es la segunda de esas opciones. Pongamos el reloj en día y hora. Jueves, 6 de enero de 2011, 09.57 horas de la mañana. Churumbeles y regalos. La abuela esperando asomada a la ventana del quinto piso. Piso un suelo enfangado de un parque sin verja. Me limpio en el césped y veo una carta doblada con cariño, sucia, con redondas letras grises formando palabras, creando frases. Pese al pinzamiento del nervio me agacho y la tomo. Dice así, picando la curiosidad: «Pues nada, creo que te has dado cuenta que te estoy escribiendo con los bolis que no me has dejado, jaja».

Cambia el color de la frase al rosa fucsia. Intenso: «Decirte que he pasado la mejor Navidad de mi vida, hemos salido mucho y sabes que como te ha dicho mi hermano, no vayas a un cotillón, que muerdo, jeje». La chica -tiene letra de chica, color de tinta de chica, ideas de chica- se expresa a medio camino entre el sms y el chateo. «Pues nada, me he duchado y estoy deseando que llegues para ver 'los leyes'!!! (aquí dudo si la chica será china) y 'cojer' (aquí dudo si es juanramonianana) caramelitos, porque soy una niña chica y como tu niña chica que soy me tienes que 'cojer' caramelos, jaja». Doy la vuelta al folio y veo en una gran grafía rosa mayúscula lo siguiente: «te amo!! hasta el 5-02-2011!! Feliz 'mensuario' y reyes. Juntos y siempre». Es un contrato, no una carta de una chica que quiere que su amor le coja caramelitos y caduca -salvo que se produzca la tácita reconducción- un mes después de redactada. Esta carta de amor debía autodestruirse en diez segundos, pero no implosionó ni se recicló, cayó a un suelo enfangado para que yo la encontrara al día siguiente, camino de casa de mis padres, con los sofás repletos de paquetes con nombres de niños; pese a mi dolor de riñones.

Veo muchas cosas en la epístola: la juventud, la inocencia, los celos, la ilusión y el primer amor. Me hacen sonreír y sonrío con este inesperado regalo que los Reyes Magos dejaron a mi paso en forma de casualidad. Es un preciado obsequio que me devuelve décadas, amores atrás. Pero sin el regusto de la ruptura, del «no quiero ser tu amiga, sino tu novia». Aún así, es agradable esa carta rosa que se vuelve verde fosforito y que acaba así: «Cris y July, 5-07-2006 al 5-01-2011. Qué de años!» No lo sabías tú bien, Cris -o July-; qué de años han pasado, y año tras año, sigo con la misma ilusión por el amor y por los Reyes Magos. Como espero ustedes.